Bienvenid@s a mi blog, donde narro mis viajes en autocaravana a lo largo y ancho de Europa


miércoles, 31 de mayo de 2017

DE COSTA A COSTA: FLORENCIA - BOLONIA

Lo he observado desde el inicio del viaje, comprobado en S. Giminiano y confirmado en Florencia. Existe una generalizada y adictiva locura por los helados. Las heladerías se cuentan por miles, y compiten entre ellas con escaparates rebosantes de montañas de helado de todos los sabores y colores. Menos mal que es algo que no me atrae. Ya tengo demasiados vicios, y gastronómicos también.

Pero en Florencia los helados no es la única perdición en la que se puede caer. También se puede acabar borracho de arte ( ¡otra borrachera más! ), o con el Síndrome de Stendhal que suena peor.
El escritor Stendhal visitó Florencia en 1817, donde sufrió un ataque de ansiedad y palpitaciones por la sobreestimulación que le produjo tanta belleza y arte. Hoy es Patrimonio de la Humanidad.

El día que llegué, tras instalarme a las afueras, monté en la bici y me acerqué al centro para aprender el camino y dar un primer paseo de contacto por la ciudad. Pero poco a poco me fui emocionando con lo que iba viendo. Primero llegó el río y luego el Puente.



Las calles del centro histórico estaban llenas de un bullicioso ambiente que envolvía los monumentos y contagiaba al turista de una euforia ávida de más. E insaciable fui descubriendo el Ayuntamiento, el Duomo, los museos, más calles, más monumentos, más iglesias.
La tarde comenzaba a dar su fin, pero sediento de más, y como si fuese el último día, decidí quedarme para ver la ciudad bajo los focos de la noche. Pero antes iba a subir hasta Piazzale Michelangelo, un perfecto mirador que ofrece una perspectiva insuperable de la ciudad.
La oscuridad iba haciéndose dueña del cielo, más por la tormenta que se acercaba que por la hora. Cuando llegué la puesta de sol estaba en su apogeo, adornada con una tormenta eléctrica. Y allí plantado, absorto con el espectáculo, pasó el tiempo hasta que cayó la noche.


Me quedaba un último repaso a la ciudad antes de irnos todos a la cama, pero la tormenta llegó a mitad de la faena y jodió el paseo. Entre esperar una tregua del chaparrón y encontrar el camino de regreso, eran las 0.30h de la noche cuando llegaba a casa.

Evidentemente al día siguiente regresé para comprobar el panorama a la luz del día.


Más calmado, y consciente de no tener prisa alguna, fui dando cuenta de la ciudad. Comencé por la Plaza de la Señoría, dominada por el Ayuntamiento, el gran Palazzo Vecchio en cuya puerta se puede admirar una excelente copia del “David” de Miguel Ángel sin tener que gastarse una pasta en el Museo de la Academia. Todos conocen a David, pero - ¿se han fijado en los detalles? -.


El interior del Palacio guarda hermosos salones con paredes repletas de frescos. El Salón de los 500 destaca entre todos ellos, aunque me parece que aquí caben varios miles de personas.


Y desde su torre de 95m las vistas de sobre uno de los tres “Grandes Monumentos” de Italia es perfecta.



Es el Duomo, una catedral gótica (s.XIII) recubierta de mármol, que permaneció dos siglos sin cúpula hasta que Brunelleschi se atrevió con ella. Era 1436 y había llegado el Renacimiento. A pesar de la austeridad interior del templo, en la cúpula se esmeraron con un gran fresco en el que se pueden encontrar criaturas que parecen la inspiración de una portada de Iron Maiden.



Hay varias decenas de iglesias más en la ciudad, pero entre todas ellas destaca la de Sta. Croce por la interminable lista de obras de arte que contiene, por su tamaño y por su típica facha de mármol. Fue aquí concretamente donde Stendhal sufrió su crisis.


Pero las expresiones artísticas que se pueden encontrar en la ciudad van más allá de la arquitectura. La escultura también está muy presente. Miguel Ángel volvió a lucirse con uno de sus primeros trabajos en las tumbas de los Medicis (Capillas Mediceas).


La pintura se puede disfrutar en la Galería de los Uffizi, aunque sólo exhiben obras italianas.


Y la música se puede encontrar incluso en la calle, como este genial ejemplo del Rock del Paleta.


Superada la borrachera y recuperado del síndrome, el siguiente destino fue la República de San Marino, el tercer estado más pequeño de Europa tras El Vaticano y Mónaco, y también Patrimonio de la Humanidad. Su pequeña capital se encuentra encaramada sobre la cima del Monte Titano, a 657 m alt., con unas espectaculares vistas a la costa adriática por la cara A y de los Mtes. Apeninos por la cara B.


Tras la corta visita a tan pequeño país, puse rumbo a Ravena, conocida como la "ciudad de los mosaicos" por estas numerosas y elaboradas obras de estilo bizantino. Se encuentran en otras tantas basílicas prerrománicas que se remontan a los siglos VI-VII. Un festival de iglesias.
Sant Apollinare in Classe, es ejemplo de simplicidad y sencillez, pero una obra magistral.


En Sant Apollinare Nuovo, los mosaicos corren por las paredes como estos Reyes Magos, que en aquella época eran los tres blancos. La Iglesia todavía no representaba la sumisión de los tres continentes conocidos ante un bebé, el Bambino.


Y Sant Vitale exhibe una original planta octogonal con brillantes frescos del emperador Justiniano.



El punto de modernidad lo puso la Mille Miglia, una carrera de Ferraris y también de coches antiguos, que en su largo recorrido de varios días de duración, atravesó las calles de la ciudad.



El Parque Regional del Delta del río Po, cerca de la ciudad, es un buen lugar para desconectar de tanta piedra e historia, limitándose a la contemplación y a respirar aire puro sin tragarse ningún mosquito. Los animalicos están puestos para el disfrute del que quiera mirar.




Comacchio es el principal núcleo urbano del Parque, un pintoresco pueblo de pescadores con un particular sistema de pesca. Desde unos chiringuitos levantados en la orilla de los canales y lagos, se limitan a bajar y subir la red mientras pueden disfrutar de todas las comodidades que tengan instaladas en el garito. Algunos incluyen jardín, barbacoa y parabólica.



En el pueblo la atracción principal es el Puente Treponti. Sus  5 patas sirven para salvar 3 canales a la vez. Varios canales más recorren las calles del lugar, y una docena de pequeños puentes ayudan a cruzarlos. Esto si que es una Pequeña Venecia.




Su otro reclamo es la producción y venta de conservas y salazón de anchoas y anguilas.

Y aprovechando la ubicación y la tranquilidad del aparcamiento, me quedé varios días en la localidad para dar un par de paseos alrededor de una de las lagunas del Delta (15 kms), un día fui en bici y otro en el coche de S. Fernando. Y los pajaricos seguían allí, posando para el que quisiera prestarles atención.




La despedida del pueblo me la dio esta poderosa puesta de Sol.


En la cercana costa (a 7 kms) se suceden pueblecitos más pequeños enfocados al veraneante y a la playa. El día que saqué la bici me acerqué hasta uno de ellos, Porto Garibaldi, donde me encontré con la Sagra de la Seppia, o lo que viene siendo una fiesta gastronómica dedicada a la sepia. Todo lleno de chiringuitos variados, y los locales del lugar dedicados a la fritanga.
Un paraíso en el que mordí la manzana. Bueno, mas bien una bandeja de anguila frita y otra de pulpitos, con dos botellines de vino blanco. Total que salí comido.
Y congraciado con el lugar monté el apartamento junto al mar. Dos días de sol y playa, aunque con muchos mosquitos, de los que muerden. Y adaptado totalmente al perfil veraniego, ni de cocinar tenía ganas, por lo que aprovechando que las pizzerías se prodigan más que los mosquitos, dos me zampé un día para comer. Había oferta. Para cenar una manzana, un yogurt y 2 litros de agua.

Con un mejorado color de piel, pero agobiado por el calor y con las uñas gastadas de rascarme, abandoné el descanso para volver al tajo. A 34ºC, y de noche a 28º en casa, más que el paraíso parecía el Infierno.
Que a veces ya me gustaría, pues ahí no hace falta ir muy aseado cuando te van a quemar. Pero mientras no llegue ese momento tocaba darle un agua a mis vestiduras. Dos lavadoras industriales repletas. Di que la casa es pequeña, pero en el armario cabe ropa para 2 meses, y ya estaba en las últimas.

Y descansando y limpio puse rumbo a Bolonia, conocida como "la rossa" (la roja), tanto por sus edificios de ladrillo como por su sentido político, y también como "la grassa" (la gorda) por su buena mesa. Típica es la mortadela y los spaguettis a la boloñesa, que aquí son tagliatelle ragú.
Yo le añadiría otro sobrenombre,  la "ciudad porticada", pues sus calles están flanqueadas por 40 kms de pórticos. Fescos en verano, secos en invierno y siempre seguros. Puedes caminar tranquilamente por ellos con la certeza de no morir descalabrado por una maceta.





El animado y peatonal núcleo del centro histórico se sitúa en la Piazza Maggiore y sus alrededores. Restaurantes, monumentos, palacios, museos. Lo que quieras, tienen de todo.
Allí se encuentra la Basílica de S. Petronio, que es el principal templo de la ciudad y la casa de su patrón. Y aún así, no han acabado una fachada que lleva 600 años en obras.


Una curiosidad de su interior es un reloj solar de 67 m de longitud, tan preciso que su estudio fue fundamental para la implantación de los años bisiestos.

Cerca de la plaza se elevan, aunque bastante torcidas, Le Due Torri. Una sorprende por su inclinación de 1,3m, y la otra por su altura (98m), estrechez y aislamiento de cualquier otro edificio.




Como siempre, las iglesias son los monumentos más numerosos y variados. Desde la que guarda la tumba de Sto. Domingo, el fundador de los Dominicos, hasta un complejo con 7 de ellas, de las que sólo quedan 4, todas unidas entre sí.

Hoy destacaré la Catedral Metropolitana, por su gran tamaño y su estilo totalmente diferente al de S. Petronio.



Me marcho de la ciudad muy contento, pues la he paseado y disfrutado. Incluyendo unas cañas en un "100 Montaditos" para no olvidar lo de casa ( ¡y con la cerveza más barata de la ciudad! ) y habiendo comprobado que la fama gastronómica que la precede la tiene bien ganada.



"No existen tierras extrañas. Es el viajero el único que es extraño"
Robert Louis Stevenson




viernes, 5 de mayo de 2017

UN PASEO POR LA TOSCANA

A medida que se suceden los días la tensión y los nervios del comienzo van desapareciendo para dar paso a una sensación de cierta estabilidad controlada. Cada vez entiendo algo más de este “sencillo” idioma, y comprendo mejor a los italianos y su país.
No me queda más remedio que aceptar que Italia es un país turístico, que somos millones los que queremos visitarlo y que cualquier lugar con cierto renombre va a estar atestado de público. Pero no somos sólo extranjeros los que pululamos por estos lares. A los paisanos también les gusta salir de casa para “turistear”, y se cuentan por miles las autocaravanas aparcadas en cualquier rincón. Parece que hay gran afición al tema, tanta como en Francia, y casi todos los pueblos y ciudades tienen su área de servicio. Aunque aquí la calidad deja algo que desear y no se pueden comparar con los nº1, los franceses.

Retomando el hilo de la ruta, ésta me llevó a otro pueblo de nombre sobradamente conocido, Asís, que se encarama por la ladera del Mt. Subasio, cuya cima aún pude ver nevada.




De aquí tomó su apellido San Francisco. Pero no siempre fue santo, pues siendo de familia acomodada era dado a la fiesta. Pero lo dejó todo tras oír “la voz” de Dios, consagrándose a la vida pobre y casta de la orden franciscana que él mismo creó.
Sus restos se guardan en la cripta de la basílica, una construcción de dos plantas cuyas paredes y techos están decoradas con todo tipo de frescos, pero es la iglesia superior la que se lleva el premio, con una serie de pinturas de Giotto sobre la vida del santo que bien parecen una historia de cómic.

Recorriendo las callejuelas y callejones del pueblo se respira un agradable ambiente medieval,


en el que además de una amplia colección de iglesias, se pueden encontrar todo tipo de reclamos para el visitante, aunque hay algunos más llamativos y sabrosos que otros.


Otro tipo de arte es el que fui a buscar a la Garganta de Frasassi, con tres kilómetros de encajonadas paredes repletas de cuevas y grutas. Aquí la artista ha sido la Naturaleza, que se ha encargado de crear la espectacular Gruta Grande del Viento. Un conjunto de cavidades repletas de espectaculares formaciones calcáreas, entre las que destaca la gigantesca sala del Abismo de Ancona (200 x180 x120 m), capaz de albergar la catedral más grande que puedas imaginar.



La incansable mano del hombre también ha querido dejar su huella en este lugar, y como no podía ser de otra forma lo ha hecho con un santuario, colocado en mitad de las verticales paredes de la garganta.

El lugar es aprovechado cada Navidad para montar un pesebre viviente, pero “congelado”, pues deben soportar temperaturas extremas (aquí nieva en invierno !!!). La noche que pasé en el parking el termómetro bajó hasta -1º C, y era abril. - ¡ Qué valor, cuanta fe ! -.

Para quitarme el frio de encima me fuí a Castiglione de Lago, un lugar con pequeñas pero soleadas playas a orillas del lago Trasimeno. Aquí la fortuna me obsequió con el Meeting di Primavera, un festival de acrobáticas exhibiciones aéreas.


Y tras un par de días de descanso puse rumbo a Pienza, pequeño pueblo medieval reconstruido durante el Renacimiento por orden de un Papa, pues era su amado pueblo natal. Lo han catalogado como Patrimonio de la Humanidad, por lo que la afluencia de curiosos es incesante. Pero a excepción de su sabroso queso Pecorino, no he encontrado otro encanto a destacar del lugar.
No le ocurre lo mismo al Valle de Orcia, visible en gran parte desde las alturas de Pienza. También declarado Patrimonio Mundial, se muestra teñido por una inagotable gama de tonos verdes.



Esto es la Toscana, arquitectura y paisajes, arte y gastronomía, una región donde se concentran hasta 6 lugares catalogados como bienes Patrimonio de la Humanidad y protegidos por la UNESCO. Y es que Italia es el país que atesora mayor número de este tipo de bienes (51), mientras que España es la 3ª con 45. No se trata de visitarlos todos, pero es un buen referente y suelen tener su atractivo.

Siena es otro de ellos. La ciudad mantiene la línea observada hasta ahora, con su centro histórico ubicado en una colina, por lo que su perfil es distinguible desde lejos y se puede ir disfrutando de él a medida que uno se va acercando.


En la parte mas alta se suelen situar los edificios más importantes, fortalezas, ayuntamientos o catedrales.


Este espectacular Duomo sigue las características típicas del gótico italiano, que busca la horizontalidad más que la verticalidad a la que estamos acostumbrados en España y en el resto de Europa. Una de las formas de conseguir esta sensación es decorando su estructura alternando bandas horizontales de diferentes colores. Aquí han utilizado mármol blanco y verde para conseguir este efecto, tanto en el exterior como en el interior, llevando el lujo del mármol también a columnas, pilares y suelos.


Complementando la obra arquitectónica, el interior alberga otros tipos de creaciones artísticas. Entre todas ellas destaca la Biblioteca Piccolomini, sala recubierta por unos inestimables frescos de Perugio.

Las paredes y techos del baptisterio y la cripta también fueron recubiertos de coloridas pinturas.

Otro de los puntos claves de la ciudad es la Piazza del Campo, cuya pendiente y pavimento crean un punto de fuga que dirigen todas las miradas hacia el Palazzo Comunale, que preside la plaza.
La costumbre, tradición o el simple cansancio hace que los visitantes se tumben en ella a descansar, comer, tomar el sol o contemplar el panorama, o todo a la vez. Yo me fumé un cigarrito.



En el patio del Palacio una inesperada exposición sobre la Guerra Civil española mostraba una curiosa fotografía

Es en verano cuando, alrededor de la Plaza, se celebra una famosa y alocada carrera de caballos: Il Palio.

No muy lejos de Siena se levanta un pequeño, turístico y espectacular pueblo, San Giminiano, que como no podía ser de otra forma, es otro de los bienes protegidos por la UNESCO.
Pueblo medieval rodeado por una muralla, vivió su época dorada en los ss.XIII-XIV, durante los que se levantaron en su interior hasta 72 torres, un símbolo de poder y riqueza. Era el Manhattan medieval.



Hoy sólo se conservan 14, una de ellas accesible al público. Es la Torre Grossa del Palazzo Comunale, de 54 m de altura, y desde la que se puede disfrutar de unas hermosas y espectaculares vistas de la comarca.
Paseando por sus calles se puede comprobar que el ambiente medieval sigue conservado, aunque algo diluido por la marea de visitantes. Pero ésto se puede solucionar visitando el lugar durante la noche.




Uno de los puntos de mayor reclamo es el pozo de la Plaza de la Cisterna, donde la gente se amontona para poder retratarse (junto a decenas de desconocidos) o para comerse un helado después de haber esperado 20 minutos de cola en la famosa heladería Dondoli, con varios premios mundiales.

Y para los habituales del arte y las iglesias, la Colegiata es su objetivo. Otra vez las paredes han sido utilizadas para pintar una “tira cómica” sobre el Antiguo Testamento, con un Juicio Final donde el artista se recreó en los 7 pecados capitales.



3 de mayo de 2017:
Ayer fue un día importante a parte de ser festivo en Madrid. Llegué a Pisa. La jornada se dio bastante bien, logrando aparcamiento pronto, céntrico y gratis, y repostado gasoil a “muy buen precio”: 1,339€.
El primer contacto con la ciudad también fue productivo, pues pronto pude contemplar el mágico equilibrio de la TorreInclinada” de Pisa.


Tras comer y regalarme una ligera siesta volví al lugar de los hechos. Esta vez con más calma, paseando con tranquilidad por todo el complejo de la Plaza, que incluye Catedral y Baptisterio.


Con la misión del día cumplida y satisfecho por lo visto, me retiré pronto a cenar y descansar. Tocaba Champions League y el entretenimiento estaba asegurado, aunque fuese por la radio. Para redondear la velada me aprovisioné de una excelente y auténtica pizza italiana para la primera parte del partido, que acompañé con un riquísimo salmorejo de elaboración propia durante la segunda.

Pero a veces los días se complican. La aplastante victoria del Real Madrid no fue el postre deseado, así como las tres picaduras de mosquito que sufrí durante el encuentro. Con la jornada finiquitada, sólo quedaba encamarse, cosa que también hizo el mosquito, consiguiendo otro “hat trick” de picaduras. El muy cabrón trabajaba en silencio pero con tanto empeño que acabó por quitarme el sueño.
Eran las 2 de la madrugada cuando aburrido de rascarme y rociarme de anti-mosquitos, decidí encender las luces y buscar al bicho. La sorpresa fue encontrarme con tres enormes elementos en las paredes del dormitorio. El último se resistió algo más, pero cayó bajo el peso del libro de cabecera, con el que seguí entreteniéndome hasta la 3. Fue entonces, aburrido e insomne, cuando me levanté de la cama y conecté el ordenador para entretenerme con las fotos del día.
Daban las 5 de la mañana cuando volvía a la cama, donde el sueño me poseyó hasta la 7, hora habitual a la que mi cuerpo se pone en funcionamiento.


Parar darle el final merecido a este paseo por la Toscana, el próximo destino será Florencia, la capital de la región. Pero por hoy ésto es todo, así que me despido con un fuerte besabrazo para todos.



No se si estoy en lo cierto
lo cierto es que estoy aquí
otros por menos han muerto
maneras de vivir
Rosendo