Bienvenid@s a mi blog, donde narro mis viajes en autocaravana a lo largo y ancho de Europa


martes, 26 de agosto de 2014

VAMOS CERRANDO, SEÑORES

El agosto,  el mes del sol, las playas y los turistas, se acaba. privilegios que he podido disfrutar.
Comenzó en la Costa de Granito Rosa, uno de los motivos principales de mi insistencia en volver a Bretaña. Y si mi memoria es famosa por su inconsistencia, esta vez no me ha engañado. Si las playas y  acantilados vistos hasta el momento han sido de vuestro agrado, aquí os dejo una ínfima muestra de lo que por aquí se esconde




Pueblos como TREGASTEL  PLAYA se esconden entre estas moles de granito, adaptándose a la caprichosa y espectacular orografía de la  espectacularísima costa.
Millones de rocas se desperdigan  llenado playas, calas, acantilados y bahías. Con la luz apropiada su color rosáceo,  combinado con el profundo azul  del océano, se convierte en la postal perfecta. Si te bañas, se convierte en el paraíso perdido. La horda de turistas veraniegos que lo llenan todo es un pequeño inconveniente al que  rápidamente se acostumbra uno, acabando por integrarse. 
Toda la costa está recorrida por el Sendero de Gran Recorrido GR 34, siempre al borde del mar, siempre un espectáculo con vistas  aseguradas.




. 
             TREGUIER, catalogada de Villa Histórica, se merece un paseo y una escapada al interior.





Con aparcamiento habilitado junto al rio,  ofrece mercado callejero (de los buenos) de día y conciertos en la plaza del pueblo por la noche. Todo se presentaba como un plan perfecto.
Tras haber tirado la casa por la ventana  en el mercadillo con regalos y comida local, esperaba la hora de la sesión de noche poniendo al día mis cosas. De repente la tranquilidad del parking se rompió con el ruido unos de camiones aparcando.
Al rato el ruido de motores cambió por el de una música a todo trapo. La paz y la tranquilidad habían desaparecido, pero como la música no estaba mal, yo seguí a lo mío. Pasado el tiempo, con las tareas acabadas y la curiosidad activada,  asomé la cabecilla para ver el origen de tal fiesta: mis nuevos vecinos eran tres camiones habilitados como vivienda, pero estilo compadre, con sus maceteros y su chimenea. Una banda de franceses mezcla de hippies y alternativillos tenían montado un buen sarao.
Viendo la oportunidad,  discretamente salí al jardín de casa, el de césped que da al rio, a fumarme un cigarrito con una cerveza. En pocos minutos una voz, en un castellano chapurreado pero comprensible, me invitaba a beber con ellos. Se me escapó una sonrisita  y un ¡claro!: se había producido el contacto.
Aquí comenzó una agradable tarde, rodeado de juventud, perros, cerveza, vino y porros.
 No sé por qué, pero siempre acabo juntándome con los más buenos de la clase.
Al llegar la noche, recogimos la fiesta y nos fuimos al concierto. Antes de llegar a la plaza, paré a mear en uno de los WC repartidos por toda Francia y que tantas alegrías me han dado, pero esta vez iba a ser causa de la desgracia. Al salir había perdido la compañía, de la que nunca más se supo.
Acabé el concierto lo suficientemente cocido, y me fui a dormir.  A las 4 de la mañana, la música volvió a atronar el parking, y no fueron 5 minutos, pero me volví a mi sueño. A las 8 volvió a sonar otra vez, supongo que llegó el rezagado del grupo.
Yo me puse en marcha a mi hora habitual, pues tenía faena: lavandería, cargar agua, supermercado, visita al pueblo y seguir camino. Tenía marcadas unas fechas  que cumplir.

La ruta me  devolvía de nuevo a la costa, al CABO  FREHEL, esta vez acompañado de la lluvia. Todo el cabo es zona protegida y está prohibido pasar la noche, por lo que improviso y acabo en un parquing del pueblo más cercano. No tengo ganas de que  a la hora de la cena venga la Gendarmería y me eche o me multe y me eche. Y más cuando esta  tengo una cena especial con unos invitados de lujo que han venido a despedirse en mis últimas horas en Bretaña.




                             Esta noche toca fiesta, aunque  la música sea la de lluvia sobre mi cabeza.

Pero de aquí no me voy  a mover hasta que no vea un sol resplandeciente en el cielo, pues el Cabo  merece ser  visto en condiciones: acantilados, playas, su correspondiente  faro , y finalmente un fuerte militar, el Fort La Latte.  Todo ello unido por el mítico GR 34.





                        Tras despedirme de Bretaña, vuelvo a la Normandía para  cerrar el círculo.

DINARD:  antiguo pueblo de balnearios y de descanso, hoy está volcado al turismo, con una  concurrida playa urbana y  la “Promenade du Clair de Lune”, espectacular paseo alrededor de un promontorio rocoso bañado por el mar.




Al otro lado de la bahía se levanta SAINT  MALO, que en sus tiempos fue un gran puerto estratégico en  la defensa de la costa y en las expediciones pesqueras a Terranova.





                    Sus fortificaciones se extienden por varias de las islas que cierran la entrada a la bahía.





La incertidumbre de encontrar aparcamiento en St. Malo y los escasos 10 kms que la separan de Dinard, me convencieron para instalarme en el tranquilo y solitario parking trasero del Lidl. Desempolvé la bici y ataqué mi destino con decisión, por el único camino conocido, una autovía.
El día fue una sucesión de sol, nubes solitarias y chaparrones traicioneros, pero el espectáculo que se desarrollaba ante mi lo compensaba con creces

Quiso la Ley de Murphy, que volviendo, en mitad de la autovía y para redondear el día, el cielo me regalara una T-O-R-M-E-N-T-A que me dejó tiritando en la puerta de casa. Tras poner la calefacción, cambiarme de ropa y una buena dosis de vino, todo volvió a su temperatura.

Me quedaba DINAN, antes de llegar al plato fuerte. Pero eso viene luego.
Dinan está catalogada como “Villa Histórica Medieval” y “Ciudad de Arte e Historia”, por lo que  había que comprobar tanta distinción. Con medio millón de visitantes al año, sus calles peatonales y adoquinadas, llenas de casas de entramado de madera, presentan este aspecto en  verano





En la parte alta está la villa medieval, con su castillo, sus murallas y sus iglesias, y en la parte baja está el puerto fluvial y mi aparcamiento




El círculo mágico se cierra de nuevo en  MONT  SAINT  MICHEL.  Su visión nunca es suficiente, aunque el precio esta vez fue otra  ¡¡¡ TORMENTA !!!  que volvió a inundar los cimientos de mi cuerpo, con barro incluido.




Las prisas en el itinerario se fundamentaban en la posibilidad de poder contemplar de nuevo “la macaré”. Esa inexplicable ola de un metro de altura que precede a la marea que arrasa la amplísima bahía en pocos minutos, y que los más osados se atreven a navegar.  Este efecto solo se produce un par de días al mes.





Después de haber cumplido con Bretaña y Normandía, hace días que mi rumbo apunta al Sur, significativa señal de un regreso a la tierra amada, aunque no sé si corresponde decir  de vuelta a casa.  
Al pensar en el regreso, involuntariamente también se recapitula pensando en lo visto y vivido.  Memorables son los recuerdos de la Bahía de Arcachon y los cordones de dunas; de Burdeos, Patrimonio de la Humanidad; de La Rochelle y la isla de Ré.  Imborrables son los que deja Bretaña:  la Bahía de Morbihan, con sus playas y sus megalitos;  los acantilados de Raz y Crozón; la costa de Granito Rosa.  Emotivos  los de Normandía, con las mil caras de Mt. St. Michel y las históricas playas del Día D.

Una sensación general de tranquilidad y  seguridad  ha sido la constante en pueblos y ciudades, donde
la gran mayoría habita en casas con jardín, con todo a la vista, sin rejas ni vallas. Y ésto a pesar de una extraña ausencia de presencia policial.
Evidentemente otro cantar son las grandes ciudades como Burdeos, Nantes, Rennes, Caen o Le Mans, donde  poblaciones alrededor de  los 215.000 habitantes abarcan un terreno muchísimo mayor que las ciudades españolas debido a que habitan mayoritariamente en casas, dejando los escasos  bloques de pisos para los suburbios, más conflictivos.  En estas ciudades (sobretodo en la mitad sur de Francia), la diversidad étnica es muy amplia, abundando árabes y africanos, lo que provoca, mayormente por ignorancia y desconfianza, cierto estado de alerta. Salvo el pequeño incidente de Burdeos, esta alerta ha sido infundada.

El camino del regreso pasa por  LE  MANS, la ciudad de las carreras.  Claro que tiene un circuito muy bonito y un museo de automóviles muy interesante y vistoso.





Pero la ciudad tiene otros encantos. Si logras encontrar un buen aparcamiento con los servicios de agua necesarios para una estancia apacible,  a partir de ese momento solo habrá que preocuparse por divertirse y descubrir todos los rincones de la ciudad. Y Le Mans tiene ese aparcamiento especial para autocaravanas en el puerto fluvial, junto al centro histórico, aquí llamando “Cité Plantagenet” en honor al rey que la hizo grande.
Pasear por sus empedradas calles peatonales, entre antiguas casas de madera y  hermosos palacios de piedra, puede transportarte a otros tiempos. Si lo haces de noche, el viaje va más allá. Por todo el casco antiguo imágenes mitológicas se cruzarán en tu camino,





          Y  los monumentos se convierten en improvisadas pantallas de espectáculos de luz, imagen y sonido
                                                          Es la “Noche de las Quimeras”





que se repite durante todas las noches del verano. Un auténtico espectáculo, diferente y cautivador, que deja en segundo lugar a la grandiosa catedral, a las grandes murallas greco-romanas, a la Galería Egipcia y a otros reclamos turísticos.






Y si se estaba bien en Le Mans, al llegar a ANGERS, todo se desborda. La primera alegría llega al  encontrar, a la primera y sin referencias, un espectacular aparcamiento junto al río, con vistas a la fachada de la ciudad. Ésta se recorta sobre un promontorio, con el rio a sus pies, mostrando  sus mejores galas: la catedral y el castillo protegido por su inmensa muralla blanquinegra.
Con el primer paseo de contacto otra grata sorpresa. Un mirador público sobre el tejado del nuevo Teatro del Quai ofrece vistas  inmejorables sobre el castillo y la catedral, con el tranquilo rio entre nosotros. El paso de las horas y los cambios de luz, provocan un mágico cambio en el aspecto de la ciudad, como si diferentes ciudades fuesen siendo expuestas para su contemplación.





Al adentrarme en el centro voy descubriendo plazas y callejones, palacios y casitas,  el tranvía.  La alegría va en aumento y decido celebrarlo tirando la casa por la ventana y tomándome una caña. Los 3 euros me saben a triunfo, pero me saben a poco, y en el siguiente local que se me cruza vuelvo al despilfarro.
La tarde se ha convertido en una de esas… donde todo es alegría, todo es mágico y todo vale.
De regreso a casa, ya anochecido vuelvo a subirme al mirador del Teatro para descubrir la ciudad bajo la luz de los focos. Pero las sorpresas no acaban ni en casa. Al conectar el ordenador descubro que dispongo de wifi gratuíto. ¿qué más se puede pedir en una tarde?





Angers una ciudad abierta y espaciosa, con el río Maine, afluente del Loira, integrado en ella, me recuerda a Burdeos.  Inmensos espacios verdes se extienden al borde de la ciudad, con lagos, playas, centros náuticos, senderos, carriles bici, parques. Todo lo necesario para desconectar sin necesidad de salir de la ciudad. Un carril bici al borde del río conecta la ciudad con la ciclo-ruta del Loira.
Me ha seducido hasta el punto que llevo aquí anclado una semana. Pero mañana levanto anclas para recorrer el Loira y sus castillos, zona declarada Patrimonio de la Humanidad. Y como me queda algo de humanidad, voy a ver mi patrimonio.


       "Quien no tiene sueños que se prepare para tener dueños"



PD: espero que las vacaciones os hallan llenado de alegría y energía. Pronto volveremos a vernos.

15 comentarios:

  1. Pero qué fotos más rechulas, qué bien te lo pasas, cómo te cuidas, qué guapo estás, cómo me aburro, copón bendito!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. y lo mejor de todo es lo que no se puede contar ni enseñar. Lo siento

      Eliminar
  2. Totalmente de acuerdo en casi todo Sofía

    ResponderEliminar
  3. ¡ Para eso escribes, para meterte conmigo !. Seguro que si apuesto sobre en lo que no estás de acuerdo, gano, pedazo de carne.
    Veo que el calor del verano no te ha ablandado la sesera en el rancho.

    Hasta más ver, cuidese mucho.

    ResponderEliminar
  4. Animal, que bien te leo y te veo.
    Reconozco algunas de las ciudades y lugares, dan vueltas por la cabeza, siempre están para volver a redescubrirlas y volver a sorprender.
    Cuidarte, que no lo dudo, suma y sigue.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Hoooola !!!! amigo. Un placer ver que sigues vivo. Me creí que te habías quedado en Luque, perdido en el cerro.
    Por aquí todo está muy cambiado desde entonces, para mejor. La suerte es que ahora tengo más tiempo para recrearme y llegar hasta los rincones que no pudimos ver. Ya te contaré, ya te enseñaré.
    Me cuido y sigo, camino ya de España. En Navidad en casa, como El Lobo.

    Abrazos y besos para los dos.

    ResponderEliminar
  6. Bicharraco. Ya en casa y con cobertura. Te leeré hasta que el sueño me deje.
    Espero que todo vaya bien.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me llena de orgullo y satisfacción ver un amigo tan abnegado, que lucha con el sueño por leer mis humildes letras. Pero se que la cama te gusta mucho más que yo. Si no puedes esta noche, ya encontrarás "el tiempo entre pañales".

      Todo va bien, con viento de norte.

      Eliminar
  7. Y que poquito queda para el reencuentro !!!! Guarda fuerzas y no las gastes todas, yo he intentado guardar durante el Cipotegato...ya te digo !!!!

    Te leo y veo bien, sigue así. Muchos besicos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tu no has guardado nunca nada, siempre hasta el final. y menos en las fiesta de tu pueblo. que yo también he estado.
      si, queda poquito, pero será un encuentro escueto.
      Tengo una cita mas importante.

      Eliminar
  8. Muy fino todo... te fuiste hecho un hombre de cromagnon y regresas con el aroma de Rimbaud.

    Espectaculares bahías se te han abierto!

    El amante no guardó nada, lo garantizo.

    Mil besos y ganas de verte ya.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias primo, por tan lindas palabras, pero el aroma, realmente no es el de Rimbaud, sino que se parece más al de Cromagnon. Son las ventajas de viajar solo, que no molestas a nadie.

      Bahías se me han abierto muchas ante mis ojos, ahora solo me queda que se me abran los ojos (de la cara) y el alma.

      Voy de camino, pero el camino es largo y la casa lenta.
      Llegaré, un día de estos....

      Eliminar
  9. Hola bichillo mio,
    Te acabo de escribir y veo que no aparece....qué rabia...
    Que sepas que tenía muchísimas ganes de leerte pero no he podido, aunque desconectada del todo no estaba...ya sabes, tengo mis fuentes...

    Me ha encantado leerte y más aún verte tan bien, pero no te voy a negar que prefiero, mil veces más, verte y con una cervecita en la mano (o varias...) nos impregnes con ésta " gran aventura" que estas viviendo.
    De momento, con este blog nos vas abriendo boca

    Te esperamos pronto amigo
    Un besazo

    ResponderEliminar
  10. Es la tercera vez que intento contestarte, asi que ya me he cansado de repetir las mismas rases. Gracias, por el mensaje y ya te lo diré en persona.
    Hasta entonces besos para todos.

    La semana que viene en España

    ResponderEliminar