Bienvenid@s a mi blog, donde narro mis viajes en autocaravana a lo largo y ancho de Europa


jueves, 13 de octubre de 2016

EL CÍRCULO NÓRDICO

Poco a poco se va cerrando el círculo de esa ruta que me ha llevado por los 4 paises nórdicos. Cuando cruce a la frontera entre Dinamarca y Alemania se habrá hecho realidad.

Tras atravesar Finlandia de norte a sur, el Mar Báltico me separaba del siguiente destino, Suecia. Un ferry y10 horas de crucero tenían la solución. Tiempo suficiente para todo: disfrutar del paisaje, leer, comer, dormir, escuchar algún podcast, incluso pasearse por la tienda duty free y recargar la bodega de vino y whisky.

El precio del ferry son 133 € con Viking Lines, reservado con 6 meses de antelación.

Fue un trayecto lento pero entretenido. Horas y horas sorteando islas. Primero las miles de islas del archipiélago de Turku y la estela del barco dibujando “eses” en el mar.


Con una mínima transición por mar abierto, que no duraría más de una hora, volvimos a estar de nuevo rodeado de islas y canales. Esta vez era la costa sueca, que no lo pone nada fácil para llegar hasta el puerto de Estocolmo.

La ciudad ha sido una grata sorpresa desde el primer momento. Con la incerteza eterna del aparcamiento, la suerte se alió conmigo, pues en el GPS encontré un símbolo de las áreas de pic-nic en el extrarradio. Llegué de noche pero pude aparcar, y lo poco que se podía ver prometía.

Ya amanecido, pude comprobar que no me había equivocado. Era el aparcamiento de un gran parque, con zona deportiva y un campo de golf público. Había sitio de sobra y era gratis. Perfecto.
El siguiente paso fue ubicarme gracias otra vez al indispensable GPS, pues me encontraba fuera de los mapas. Varias estaciones de metro y tranvía rodeaban el parque, pero opté por la bici para llegar hasta el centro, a 7 kms. Es el medio de transporte más barato, y permite parar allá donde te apetece.

Lo primero que me encontré fue el barrio de Globen, donde han levantado unas modernas instalaciones deportivas. El campo de fútbol del Djurgardens I.F.


Y un gran pabellón de 130 m de altura adaptable a todo tipo de eventos: hockey hielo, conciertos,


Es el Ericsson Arena, el edificio esférico más grande del mundo, con capacidad para 16 mil personas, y una góndola exterior que recorre la circunferencia hasta lo más alto, ofreciendo unas buenas vistas.

Al lado, aunque no tan espectacular ni tan nuevo, hay otro estadio de hockey, el Hovet. Éste si que lo visité, y pude disfrutar de un entretenido partido, aunque no sepa nada de este deporte.
Una afición más que entregada no paró de cantar durante 2,30 h, lástima que perdieron.

Tras atravesar los barrios periféricos, se llega al centro, y lo primero que se ve es ésto:


Mucha agua, grandes edificios antiguos y una gran variedad de altas torres y agujas, la mayoría de iglesias. El surtido es variado, pero su estilo es muy diferente a las del sur de Europa. Aquí el románico no existe y el gótico es mínimo. El ladrillo es materia prima principal y la decoración luterana demasiado austera.

Entre las torres destaca, por su gran tamaño (106 m) y su rojizo color, la del Ayuntamiento.


Una gran mole de ladrillo al estilo del renacimiento italiano, donde tiene lugar la gala, cena y baile de los Premios Nobel. Pero los galardones se entregan en otro edificio y en otra ceremonia.
La cena, para 1200 comensales, se celebra en el Salón Azul, que no es azul porque finalmente al arquitecto le gustó mucho más el aspecto natural del ladrillo.
Y para el baile reservan lo mejor, el Salón Dorado, todo él decorado de mosaicos con 18 millones de teselas de oro de 24 kilates.


A estas alturas del año, los días son bastante cortos. Si se añade que al cambiar de país tuve que atrasar una hora el reloj, se entenderá que, en el primero de los cuatro días que estuve aquí, me descontrolara y la noche se me echara encima lejos de casa. Pero así tuve la suerte de ver como son los ocasos en la ciudad.

Al día siguiente, bien temprano, vuelta a la guerra. El sol luce, pero no calienta, y las mañanas son bastante frías en esta época. Pero dándole a los pedales se entra pronto en calor.
De nuevo me dirijo al centro, que se reparte en varias islas unidas por puentes y por una excelente red de carriles-bici. El agua siempre está presente, sea del mar o del lago Malaren (el tercero en tamaño del país, y que desagua en el mar)


Voy con la ruta del día estudiada, pero lo primero que encuentro es el Palacio Real, resplandeciente bajo el sol. Y para allí que me voy. Los planes se desmoronan, pero no importa.


Otra mole, esta vez de piedra, con la catedral a su lado. Vale la pena su visita, que me recordó al Palacio Real de Madrid. Pero intentando ser objetivo, éste último es superior, y con creces, en todo. En la belleza y decoración de los salones interiores, en el espectáculo del cambio de guardia y en la armería.

Uno de los museos más importantes de la ciudad es el Vasa. Una moderna construcción de 1991


que sirve de alojamiento a un solo barco. Pero es uno muy especial, con una historia agridulce.
El buque Vasa, botado en 1628, se hundió sin salir de puerto. Demasiado alto (18 m) y demasiado estrecho. Tras 333 años en el fondo del mar, fue encontrado y reflotado en 1961. Hicieron falta 17 años de tratamientos de limpieza, protección y montaje de las piezas recuperadas. Una vez finalizado el trabajo el barco fue presentado de nuevo al público, con el 98% de piezas originales. Ahora vuelve a lucir tamaño, diseño y decoración casi como cuando fue botado, pero no volverá a navegar más.


Y uno de los museos que más gratamente me ha sorprendido ha sido el Moderna Museum, de arte moderno. Una amplia variedad de estilos, obras y autores, desde los alucines de los más iluminados, que llegan a incluir en su “obra” una cabra maquillada o un Lotus F-1 de época,


                                          hasta las clásicas obras de Munch, Picasso o Dalí.


Hay que decir que la gran mayoría de los museos de la ciudad son gratuitos, y hay unos cuantos. Gratis es también la visita al edificio del Parlamento sueco, guiada y en inglés.


Hace algunos años unificaron las cámaras de gobierno, para agilizar la gestión y reducir costes.

Como broche, una visita al casco antiguo, el Gamla Stan. Estrechas calles adoquinadas alrededor de la plaza principal, con mucho turista y una gran oferta de restauración y de tiendas de recuerdos.



El siguiente movimiento me lleva a Uppsala, donde se encuentra el templo más grande de Suecia


La ciudad tiene una gran tradición universitaria. Una de sus dos universidades se fundó en 1477, y de ella han surgido 9 galardonados con el Premio Nobel, además de haber contado con famosos catedráticos como Celsius, el inventor de la escala de grados centígrados.
El Museo Gustavianum recoge la historia de la Universidad, además de una interesante galería de arte sobre las civilizaciones del Mediterráneo. Pero la pieza más interesante es el antiguo teatro anatómico, donde se estudiaba el cuerpo humano.


Estos son los cimientos entre los que se mueven los 22 mil estudiantes que pueblan la ciudad, y que están organizados en “Nations”. Son una especie de fraternidades que ocupan edificios por todo el centro de la ciudad, y donde disponen de vivienda, salas de estudio y sus propios bares.

Pero la incesante lluvia y un pésimo aparcamiento hicieron que mi estancia aquí no fuese más larga de lo imprescindible.

Aparcar en Suecia está bastante complicado. A la casi ausencia de áreas para autocaravanas hay que añadir que el estacionamiento siempre es de pago, salvo raras excepciones.
Es el único país que cuenta con el desagradable recuerdo de tener que abandonar una ciudad sin poder visitarla. Fue en Goteborg, donde la búsqueda de aparcamiento fue una batalla perdida.
Y ahora es ahí hacia donde pongo rumbo, para tomar un ferry hasta Dinamarca. Pero esta vez ni siquiera pienso plantearme visitar la ciudad. No importa, hay más sitios que conocer.

Por el camino fui haciendo escala en pequeñas ciudades y pueblos.

En Linköping lo más reseñable es el Museo de las Fuerzas Aéreas. Toda una rareza, pues el acceso es gratuito y el aparcamiento, con zona para autocaravanas, es libre e ilimitado.
Gigantescos hangares encierran una gran colección de aeronaves. Es una didáctica exposición que lleva al visitante a un viaje por la historia a través de estas máquinas, haciendo especial hincapié en la segunda mitad del siglo XX.


Berg es una los puertos que se encuentran a lo largo del Canal del Gotta, que cruza, de mar a mar, el sur del país. Aunque aprovecha los grandes lagos Vänern y Vattern, y otros más pequeños, no deja de ser una gran obra de ingeniería de 560 km, salvando un desnivel máximo de 91 m con la ayuda de 65 esclusas.
En este lugar a orillas del lago Roxen, 18 m de desnivel son salvados por una serie encadenada de 8 esclusas. Es un lugar muy visitado en verano, con playa, áreas de pic-nic, restaurantes y barcos recreativos que pasean a los turistas por el canal y el lago.



En Vadstena, un encantador pueblo bañado por el lago Vattern, las visitas se las reparten entre dos puntos. El primero es la Abadía de Sta. Birgitta, santa muy reconocida en Suecia y objeto de peregrinaje. El segundo es un formidable castillo del renacimiento holandés, con una fachada de aspecto palaciego, pero con todos los elementos de un auténtico castillo: muralla, torres y un gran foso inundado por las aguas del lago.


Mi visita coincidió con algún tipo de fiesta militar, con banda de música incluida, donde lucían trajes de gala, y que fue rematada con fuegos artificiales.
Pero más lucida fue la puesta de sol que pude disfrutar desde la orilla del lago.


Y hasta aquí mi periplo por Suecia. Aunque el destino me guardaba una última y desagradable sorpresa, con Goteborg otra vez de telón de fondo.
Al llegar a la terminal del ferry vi como zarpaba mi barco. Tendría que esperar 6 horas hasta el próximo. Pero lo peor fueron los 200 € del pasaje. Más del doble de lo que había visto en internet. Un robo, pero en parte culpa mía por confiarme y no haber reservado el billete con antelación.
El ferry de Finlandia a Suecia, con un trayecto de 10 horas, costó 133 €. Éste solo duraría 3 ¼ .


La llegada al norte de Dinamarca es a través de Frederikshavn, pero como está anocheciendo, decido hacer noche allí mismo. Eso me dio tiempo para ojear un folleto sobre la ciudad, lugar que no tenía pensado visitar. Error. El folleto y mi posterior comprobación me descubrieron una ciudad normal, pero con un gran puerto industrial y militar, y el inmenso Parque Bangsbo.
Éste ofrece un completo abanico de posibilidades: vistas sobre la ciudad y el mar, museos, un jardín botánico, senderos entre un bosque que dispone de una zona de fauna salvaje


y un Fuerte, que es un complejo de bunkers construidos por los alemanes durante la 2ª G. M.


Pero el principal foco turístico del extremo norte de Dinamarca está en Skagen y sus alrededores. Es un pueblecito costero, con todas las casas pintadas en color “yema”. Y un pequeño puerto deportivo donde los antiguos almacenes rojos y blancos han sido restaurados y convertidos en restaurantes, con una amplia y cara oferta de pescado.
El territorio es tan estrecho que el municipio tiene playas a ambos lados de la península, por lo que desde éstas se puede disfrutar tanto de una puesta de sol como de un amanecer.


A escasos tres kilómetros al norte, la carretera se acaba y el país termina.
La Punta de Grenen es una estrecha lengua de arena donde se unen el Mar del Norte y el Mar Báltico, en una lucha interminable de olas.



El único inconveniente de toda la zona es que el viento no para de soplar, y con ganas. Ésto provoca que desde hace siglos la arena de las playas se vaya acumulando en dunas, algunas de las cuales han alcanzado dimensiones considerables.
La Duna de Rabjerg Mile es un ejemplo. Con 1000 m de longitud y 40 de altura, se desplaza a una velocidad de 15 m / año.



El fastidioso viento se alió con un cielo triste, que alternaba el gris y el negro en su atuendo. Completaba la situación una llovizna intermitente. Este cuadro meteorológico hacía que las temperaturas no superasen los 10º C, y que las baterías auxiliares no se recargaran lo suficiente para poder hacer una vida normal y entretenida en el interior de la autocaravana.

Así de cruel y repentina es el otoño por aquí, y “se acerca el invierno”. Pero yo “no he venido a luchar contra los elementos”, y vencido y cansado de las inclemencias, no me ha quedado más remedio que suspender el resto de visitas en Dinamarca y emprender la huida hacia el Sur.
Dos días y más de 600 kms no han sido suficiente, y sigo con el mismo paisaje gris y mojado.

Es una forma algo triste de cerrar el Círculo pero hecho está. Con casi 17.000 kms recorridos, estoy contento y satisfecho.

Escribo estas últimas líneas desde Celle, al sur de Hamburgo, donde el cielo se empeña en ocultar el Sol y sus cálidos rayos, por lo que voy a continuar conduciendo hasta encontrarlo.

Pronto estaré de vuelta en casa, en la cálida España.

    Como todas las drogas, viajar requiere un aumento constante de la dosis."
    John Dos Passos

viernes, 16 de septiembre de 2016

FINLANDIA

Después de atravesar Noruega de sur a norte, ahora le toca a Finlandia en sentido inverso. El cambio de país no solo supone el cambio horario, de moneda y de idioma, sino también un cambio radical en el paisaje.
Si Noruega presentaba una agreste, abrupta y salvaje fisonomía de profundos valles con paredes verticales , afiladas montañas, fiordos, nieves perpetuas y campos de hielo, cascadas, etc, la oferta natural de Finlandia es totalmente diferente.

Este país es básicamente naturaleza en estado puro. Un 70% de su territorio está cubierto por bosques, y otro 10% por lagos (188.000). Así que se puede decir que Finlandia es una mezcla de lagos y bosques en un terreno prácticamente plano, donde la cota máxima está junto a la frontera noruega, con 1328 m.
Una mezcla que puede resultar algo monótona cuando circulas por las rectas carreteras siempre flanqueadas por bosques, pero que no deja de ser hermosa. Será por ello que el 9% del país está protegido bajo la forma de Parque Nacional (35).
Obviamente existe una gran diferencia entre el virgen y salvaje norte y un sur más civilizado y transformado.

Esta vez la travesía no ha sido en solitario, sino junto a Sofia. Diferente y maravillosa, la convivencia continua 24 horas al día, 7 días a la semana, durante 35 días, puede llevar a recordar puntualmente mejores momentos en solitario. Simples pensamientos pasajeros que pierden su sentido en 5 minutos.

Tras dejar Cabo Norte como el mito conquistado, nos dirigimos rumbo sur atravesando Laponia.
Ahora, ciertamente mejorado de salud, y con una geografía más agradecida, las excursiones van a multiplicarse.

Nada más cruzar la frontera encontramos la Reserva Natural de Kevo. Pero como ya venía siendo habitual, el mal tiempo nos tuvo atascados dos días en el aparcamiento, esperando la ventana oportuna para recorrer parte de los 40 km de la Garganta de Kevojoki. Fue misión imposible y nos tuvimos que conformar con un pequeño sendero de orientación de 3 kms. Lo recorrimos en dos ocasiones aprovechando el hueco entre tormenta y tormenta.

3 kms que en el primer recorrido se convirtieron en un paseo de 3 horas. El descubrimiento de lo que ha sido una constante durante todo el viaje, tanto en la montaña, en el campo o en la ciudad, nos entretuvo un poco.
Miles y miles de setas de todos los tamaños, formas y colores sembraban el suelo del bosque. Una extraña locura nos poseyó, corriendo de un lugar a otro, señalándolas con el dedo y mostrándonoslas el uno al otro. Aquí una gigantesca seta de más de un palmo de diámetro, allá una agrupación de varias decenas. La locura fue completa, pues por momentos creíamos estar en un mundo de cuento, lleno de hadas, elfos y pitufos




Siguiendo ruta paramos en Inari, junto al gran lago del mismo nombre, con sus 3000 islas. Es la capital de Laponia, con Parlamento propio para los lapones o sami. Pero la ciudad, como en la mayoría del país, poco atractivo ofrecía. Amplias calles y pequeños edificios de construcción sencilla, servicios básicos en el centro
y supermercados a la entrada o la salida.

Estaba claro que la mejor oferta turística del lugar estaba en plena naturaleza, como el Parque Nacional Urho Kekkonen, donde su mayor altura, 718 m, privada de vegetación debido a la altura y a su extrema latitud, ofrece la posibilidad de apreciar el infinito bosque.


La meteorología había mejorado lo suficiente como para atrevernos con nuestra primera excursión, aunque pertrechados con equipo completo de lluvia. Esta fiel compañera de viaje fue apareciendo intermitentemente durante todo el trayecto, aunque pudimos esquivarla con gran suerte gracias a las innumerables cabañas y refugios repartidos por todo el parque.


En nuestra siguiente parada, el Parque Nacional Pyhä-Luosto, pudimos comprobar que estas instalaciones se iban a convertir en una constante en cualquier zona con senderos o caminos señalizados, llegando a ofrecer servicios y comodidades impensables e inesperadas. Retretes, campamentos de fuego con barbacoa leña y hacha, refugios diurnos con cocina, cabañas para pernoctar.



Pero aunque el sol nos sorprendía por momentos y nos regalaba su caliente aliento, la constante era así


Para cambiar de aires y de paisajes nos dirigimos a Rovaniemi, una ciudad con cara y ojos, aunque de factura ya conocida: amplias avenidas, bloques de viviendas, áreas comerciales y un centro peatonal que no ofrece ningún rastro histórico, solo una escultura en honor al grupo Lordi, ganador de Eurovisión en 2006.


La nota cultural la ofrecen las obras del arquitecto Alvar Aalto y el Museo Arktikum sobre Laponia y el Ártico, donde vimos nuestro único alce.


Y la parte lúdica la encontramos a pocos kilómetros, en la Aldea de Santa Claus. Un complejo turístico y comercial con tiendas, souvenirs, renos, un pequeño museo temático y un Santa de barba falsa que cobra 25 € por foto. Los más pobres y tacaños nos conformamos con uno de Lego


Uno de los reclamos principales de la Aldea es su gran oficina postal, donde grandes y pequeños pueden hacer realidad la ilusión de toda una vida


y otro es fotografiarse con la imaginaria línea del Círculo Polar Ártico, pintada en el suelo para tal fin


La euforia del momento reclamaba una celebración acorde, y lo hicimos con buen jamón serrano español, quesos varios, “caviar” noruego y vino francés. La fiesta fue notable, y se prolongó tanto que acabó con la botella de cognac.

Habiendo saludado a Santa, visitado su casa y con las cartas en el buzón, solo nos quedaba reposar la fiesta del día anterior. Para ello elegimos un área de descanso de carretera a la que ya habíamos echado el ojo previamente. Situada a orillas de un lago, aparcados junto a una pequeña playa y con barbacoa y todos sus complementos al lado, solo se escuchaba a Sofía pedir a gritos - ¡barbacoa, barbacoa! -.
Así que de nuevo hubo fiesta, esta vez de salchichas de reno y chorizo, acompañado con patatas asadas.


Para quemar tanto exceso de colesterol, grasa y alcohol, nada mejor que una buena caminata. Y que mejor sitio que el Parque Nacional Oulanka, en el extremo sureste de Laponia, junto a la frontera rusa.
Es uno de los parques más importantes del país, con una de las rutas a pie más famosas, Karhunkierros ó
El Anillo del Oso, de 80 km en línea.
Nosotros nos conformamos con un pequeño tramo, aunque nos tuvo 8 horas caminando atravesando turberas,


disfrutando de lagos y de silenciosos bosques, donde la presencia humana y el canto de los pájaros era prácticamente inexistente.


Eso sí, refugios, campamentos de fuego y setas, nos acompañaron durante toda la dura jornada.




Varios día estuvimos recorriendo este magnífico parque. En otra zona un río se precipitaba por unos espectaculares rápidos, que aunque parezca imposible, quedan totalmente cubiertos de nieve en invierno.


No menos espectacular fue el hallazgo a pocos minutos a pie del aparcamiento, de un nuevísmo campamento de fuego, totalmente equipado, y que hizo renacer en nosotros el deseo,


el deseo de otra barbacoa, con más salchichas, esta vez ahumadas. Siempre salchichas, pero son lo más recurrente para tener en la nevera, además de existir una infinita, variada y barata oferta en el supermercado.


Pero nuestro menú ha sido variado, destacando con la llegada de Sofía, el descubrimiento del auténtico salmón ahumado, totalmente diferente del que se ofrece en España, que en verdad no está ahumado. Y también de la caballa marinada, que casi llegamos a aborrecer “de tanto usarla”.


Aunque vayas donde vayas, siempre encontraras el auténtico sabor español, o al menos su imagen


Esta fue la sorpresa de Oulu, ubicada en lo más profundo del Mar Báltico, y cuyo centro se asienta sobre varias islas unidas por puentes. Aquí volvimos a ver el mar y la playa, pero el baño se resistió de nuevo.
El trayecto Oulanka – Oulu, casi en horizontal, cruzando el país de este a oeste, marcó el fín del virgen y salvaje norte, pues comenzamos a ver los primeros campos cultivados y las primeras granjas.

A partir de aquí comienzan las “grandes” ciudades, cuya mayor distinción es que todas disponen en el centro urbano de Kauppatori ó Plaza del Mercado, donde se instala a diario un mercadillo de comida fresca o cocinada, y donde se ubica también el Kaupahilli ó Mercado Cubierto, que aunque vistoso suele ser más caro que el supermercado. Y no hay término medio, pues colmados y tiendas de comestibles son inexistentes.

Tras la fugaz visita al mar, volvimos a adentrarnos en el corazón del país, que por estar más civilizado no deja de mostrar interminables bosques, siempre salpicados por miles de retorcidos lagos.

Y llegamos a Kuopio, en la Región de los Lagos. Una ciudad aceptable, con ambiente, bares de copas, buena oferta cultural y deportiva, y donde encontramos una espléndida Kauppatori en plena efervescencia festiva, con una Feria Gastronómica y escenario incluido. Y a pesar del salmón y la caballa, un buen cerdo asado consigue adeptos en cualquier lado.


Después de cenar salimos a dar una vuelta por la Feria, pero sorprendentemente estaba todo cerrado, muerto.

La Torre de comunicaciones de la ciudad, en la Colina Puijo, tiene unas tremendas vistas a 360º, que permite hacerse una idea de la magnitud de lagos e islas interiores que configuran la mayoría de la geografía país.


La colina sirve para senderismo en verano y el sky en invierno, incluido un estadio de salto de trampolines. Kuopio también nos ha permitido disfrutar de una auténtica sauna tradicional de humo ó sauna seca.
La Sauna Jatkankamppa es una de las mayores del mundo, con capacidad para 60 personas, y con su correspondiente lago para los baños de agua fría. La particularidad es que es mixta, y así pudimos disfrutarla juntos durante toda una tarde.


Y con el cuerpo limpio y depurado, y el ánimo renovado, seguimos rumbo sur haciendo un pequeño alto en el camino en Savonlinna para visitar el fotogénico Castillo de Olavinlinna. Construido en una pequeña isla, anualmente se celebra en su interior un importante festival de ópera.



La siguiente parada fue en Lappeenranta, la capital de Carelia del Sur. La región fue dividida tras la 2ª Guerra Mundial, y ahora la parte norte pertenece a Rusia.
Es una ciudad de veraneo a orillas del lago Saimaa, y está a 1 hora de S. Petersburgo, por lo que es un destino muy popular entre los rusos.
Las casi 14 mil islas y los 4400 km2 del mayor lago del país, vuelven a ser otro claro ejemplo de la complejidad de geográfica del lugar.
Y aquí si. Aprovechando un aparcamiento inmejorable frente a una pequeña playa y un soleado día, desplegamos todo nuestro arsenal veraniego, y por fin conseguí disfrutar del ansiado baño.


Mantuvimos el chiringuito montado hasta ver una impagable puesta de sol mientras cenábamos al aire libre


La fiesta se alargó hasta bien entrada la noche, y el cielo nos regaló varias estrellas fugaces y un satélite.


Y finalmente llegamos a la gran capital, Helsinki. Sorprendente ciudad, agradable y tranquila, que puede presentar dos caras bien distintas



La Fortaleza de Suomenlinna, en primer plano, forma parte del catálogo del Patrimonio de la Humanidad, aunque su extensión es tan grande (6 islas y 800 habitantes) que la imagen de fortaleza queda muy diluida.

Una ciudad que mezcla la imponente arquitectura del s.XIX levantada durante el dominio ruso, con una amplia muestra modernista de principios del s.XX, época en la que el país consigue su independencia (1917).


Y donde casi todo está en obras: el Parlamento, la Catedral luterana, el Museo Nacional, el Estadio Olímpico

La oferta cultural es inabarcable. Pero algunas expresiones artísticas llegan al frikismo, a la excentricidad o a la simple alucinación del autor, como suele pasar con el arte contemporáneo, donde todo vale


La Opera, el Auditorio, el Music Center, teatros y museos están ubicados en una larga y céntrica avenida y sus proximidades. Son modernos edificios cuyo principal elemento constructivo es el cristal, para aprovechar así los escasos rayos de sol. Rayos de sol que también saben utilizar para el esparcimiento


Y con este magnífico broche final, llegó el momento de las despedidas y la temporal separación. Sofía debe volver a Madrid, y yo continuar ruta para cerrar el círculo nórdico.
En nuestro último día juntos madrugamos para aprovechar las últimas horas en la ciudad con un matutino paseo por sus calles y parques. También aproveché para gestionar una colada de emergencia en la única lavandería que he encontrado entre Noruega y Finlandia. Reorganizar armarios y maletero fue lo siguiente, mientras ella ultimaba la maleta.
El almuerzo y un revolcón de despedida fue lo último antes de poner rumbo al aeropuerto.

Tras la facturación, la tarde fue algo extraña. De nuevo solo después de tantos días y la cabeza que no deja de dar vueltas. La mejor solución.... volver a la normalidad.
Un pueblo nuevo que visitar, un paseo, unas fotos y para casa. Un par de cervezas y un buen montón de cacahuetes son el mejor acompañamiento para un par de películas que me sirven de desconexión.

Al día siguiente vuelta al tajo.
Lahti me mostró el valor que se le da a los saltos de trampolín de invierno, posiblemente el deporte nacional junto con el hockey sobre hielo. Imponentes e impecables instalaciones, practicables incluso en verano.


En Hämeenlinna pasé varios días bien entretenido. Un gran castillo medieval de rojos ladrillos es el adorno perfecto para uno de los lagos que rodea la ciudad.


Se completa la postal con el Parque Nacional Urbano Aulanko, donde encontré un magnífico aparcamiento con barbacoa, zona de baño y un sinfín de caminos y senderos para pasear o correr. El parque se extiende por una colina coronada por una gran torre de granito que ofrece unas vistas impagables.


La guinda de la visita fue un fin de semana de carreras en el circuito de velocidad de la misma población. Fueron muy entretenidas y variadas, donde los más divertidos fueron estos prototipos retro


Ahora solo queda visitar Turku, punto y final a la aventura finlandesa, donde un ferry me llevará hasta Estocolmo, Suecia, atravesando el Mar Báltico en una travesía de 10 horas.


PD: Y para el club de los autos locos, he aquí una muestra del poder del tunning y la imaginación



                                                   frente al poderío del dinero.






                                   Dedicado a Sofía,       la mejor compañera,       la mejor compañía