¡
Holaaaa !!!!
Ya
estoy otra vez aquí. Otro año, otra ruta. Esta vez cruzando Francia
y Alemania para visitar Escandinavia, y como objetivo de llegar al
Cabo Norte. Con la autocaravana no se puede llegar más arriba, ya
está bien.
Pero
vamos a ir despacito, paso a paso. La primera etapa ha sido atravesar
Francia, donde se han ido 15 días de largas jornadas al volante,
pero donde también ha cabido tiempo de asomarme a ciudades y
pueblos, y ver que se cuece por estas tierras.
La
salida desde Hospitalet estaba prevista para el viernes 1 de abril,
pero tuvo que retrasarse 3 días. Había partido el sábado: BARÇA
– MADRID, Y era de obligado cumplimiento verlo. Pero no había
bastante con verlo, también había que tomarse unas cervezas, luego
comer, unos cafés, unas copas y más cervezas.
Unas
cosas traen otras, y la cosa se va liando y liando y al final acabas
a la 1 de la madrugada casi sin recordar el resultado del partido,
aunque quizás sea mejor así. De lo que si me acordaré durante
mucho tiempo será de la resaca que me acompañó todo el domingo.
Tirado en el sofá, con el mando de la tele en la mano pasando
canales y canales sin sentido, donde un simple pestañeo esa un
suplicio. Después de comer y de una reparadora sienta, decidí
arrancar. Eran las 6 de la tarde. Cualquier hora era buena para
cambiar la monotonía de un domingo que se estaba poniendo cuesta
arriba. Daba lo mismo si eran 50 como 500 los kilómetros que
hiciese. Había que arrancar.
La
noche me alcanzó en La Junquera, y allí mismo decidir tirar del
freno de mano. Cualquier rincón me valía para cenar y dormir. Igual
que los miles de camiones que allí se amontonaban, ocupando hasta
los arcenes.
Por
lo menos dormiría solo.
A
la mañana siguiente las cosas se veían más claras. Visita al
Castillo de Salses, ese que siempre se ve desde la autopista cuando
se pasa la frontera. Cansado de verlo tantas veces desde lo lejos me
fui para allá.
Guapo,
guapo, impresionante. Construido por Fernando el Católico, es mas
una fortaleza que un castillo al uso.
Después
de esto la jornada se hizo interminable y no fuí capaz de llegar a
Lyon. Viajar por la carretera es otro ritmo, y una vez caída la
noche un pueblo sin nombre me sirvió aparcar y pasar la segunda
noche. Y si la primera noche había sido algo ruidosa, esta lo fue
peor. Al ruido de la carretera se le sumaba el de los trenes pasando
a escasos 20 metros de mi almohada toda la noche. No me había
percatado, y así no vamos bien.
Y
al tercer día se hizo la luz. Lyon aparecía primero en los
carteles, luego en forma de atascos y finalmente en los edificios y
el inseparable río que acompaña a toda ciudad francesa que se
precie. Y Lyon no tiene bastante con uno que tiene dos, y cruzan por
el centro de la ciudad. Yo conseguí aparcar junto al Ródano, con
acceso directo a su paseo fluvial desde la puerta, pero por las
ventanas tenía una avenida de tres carriles. Y cada vez que pasaba
el autobús su estela hacía que parecíese que estar en una barca
en lugar de en una autocaravana. En una ciudad grande tampoco se
puede elegir mucho y bueno si se quiere estar aparcado en el centro.
Es
una ciudad que bien podría ser una mezcla entre Burdeos y Budapest,
o algo parecido, y con de todo
Su iglesia sobre la colina de
Fourviere
sus agradables paseos a la
vera del río
donde
el pueblo tiene su punto de encuentro para pasar la tarde tomando el
sol (cuando sale), haciendo algo de botellón (los bares están muy
caros por aquí), un poquito de deporte o cualquier otra cosa
imaginable.
Para
los más forofos aquí está el campo de fútbol del Olimpic de Lyon,
construido en 1919. Me parece que le están construyendo uno nuevo.
Después
de tanto cemento, asfalto y coches, un poquito de verde me apetecía.
Le tenía el ojo puesto a una ruta de 4 horas por la montaña, pero
al final se quedó en un paseo de 500 metros. Menos mal que la
cascada es bonita.
A
pesar de tanto de sufrir y sufrir poco a poco me iba haciendo a la
idea de donde estaba y a donde iba. Nada que ver con mis escapadas a
Castellón, Murcia o Almería. Donde primero te das cuenta es cuando
pones la radio. No está el Herrera ni la Nierga por las mañanas,
tampoco la Otero o el Francino por la tarde. Solo por las noches la
frecuencia media, la AM, aparece poco a poco y se va dejando
sintonizar: RNE y con suerte la Ser. Al menos pillo el fútbol y los
noticiarios deportivos.
El
siguiente objetivo era un complejo para la producción de sal de
1776. Diseñado por un iluminado de la Ilustración francesa, hacía
llegar la salmuera desde 20 kms por una tubería, para procesarla y
convertirla en sal.
Y
por fín un aparcamiento decente, es la ciudad de Besançon, donde
los más remarcable es su gran ciudadela encaramada en un peñasco,
con un meandro del eterno río de turno rodeando todo el casco
antiguo:
con unas vistas de
competición
y
algo de historia, como los postes donde fusilaron a 100 miembros de
la resistencia en la 2ª Guerra Mundial
y
para hacerle más agradable la visita a los niños, han montado un
jardín zoológico dentro de las murallas, con la versión del
príncipe azul antes de que le dieran el beso
y “una canguro” sospechosa tomando el sol, aunque a mi me
parece que le falta una barra de bar y una birra,
también
hay espacio para frikis, que se reproducen en cualquier lado y
decoran su casa como mejor les viene
Entrando
en la región de Alsacia uno se da cuenta de que algo está
cambiando. La arquitectura, los nombres de los pueblos, los pelicos
rubios,.... Región disputada por alemanes y franceses
desde no se sabe, y solo en el s. XX cambió 4 veces de
nacionalidad. Y el vino blanco se les da muy bien y en abundancia.
Los
pueblos son turísticos, con casas de estructura de madera vista y fachadas en llamativos colores pastel
y
que no falte el río, más grande o más pequeño, en versión canal
o al natural
Y
la lista de pueblos apetecibles no se acaba, todos con el mismo
patrón pero todos diferentes: Kayserberg, Obernai, Hunspach,
Wissembourg. Todos apuntando a un origen más alemán que francés.
Y
entre todo este lio de pueblos de nombre impronunciable y más
difícil memorizable, aparece la Línea Maginot, una red de
fortificaciones militares cuyo máximo exponente es el Fuerte
Schoenenbourg
una
obra de ingeniería enterrada a 30 m de profundidad con 3 kilómetros
de longitud, con capacidad mantener enterrados a más de 600 soldados
durante 3 meses, con la única dedicación de pegar cañonazos al
enemigo.
Nunca
fueron conquistados por los nazis, y sus propios mandos les tuvieron
que pedir por favor que salieran. Hacía una semana que Francia se
había rendido, y ellos dale que te pego a cañoncito.
Para
finalizar una casa diferente, donde no me gustaría
dormir en la buardilla, ni debajo, ni en el otro...
Y
esto es todo lo que han dado estos 15 días por una tierra,
que a pesar de ser francesa es muy agradecida para los que viajamos
en autocaravana. Todo son facilidades y buen rollito. Ahora me queda
lidiar con lo desconocido, con los alemanes. Vamos a verlo, porque
de entenderlo vamos muy muy mal. ¿ spik inglisss?
Saludos
desde Karlsruhe, a 17 de abril de 2016