He pasado
prácticamente todo el verano en tierras
gabachas, con el eterno incordio de adaptarme a los horarios de comercios y
restaurantes, donde la punta de lanza
del despropósito es cenar a las 7 de la
tarde.
Y ahora, tras tres
días de tránsito en Madrid, en mi cerebro vuelven a surgir las chispas, se cortocircuita y empiezo a oler a
churrasca, mientras ciertas partes de mi anatomía se van hinchando poco a poco.
Situarme en tierras extremeñas, durante la primera quincena del mes de
septiembre, y como no puede ser de otra forma debo adaptarme, como si de un
autómata se tratase, a una nueva forma de entender la vida, a otro ritmo y a
otros horarios.
Mientras en los
restaurantes franceses tomaban nota a los primeros comensales a las 12 del
mediodía, aquí a esas horas comienzan a levantarse las persianas de los
locales, y aún les queda limpiar, preparar mesas, un cigarrito y preparar
comidas. Y cuando al otro lado de los Pirineos ya están preparando la cena,
aquí vuelven abrir puertas comercios, restauración y turismo, tras un “merecido
descanso y una reconfortante siesta”.
Los campeones del
despropósito los he encontrado en Don Benito durante la celebración de las
fiestas locales. La corrida de rejoneadores marca su inicio a las 21 horas, ya
anochecido, y los conciertos comienzan a
las 23 horas para acabar a las 04.30 a.m. No tengo más remedio que pasearme por todo el Ferial, arriba y
abajo, entre cacharritos, niños
histéricos y música chirriante, haciendo tiempo para que comience la música.
Quedan veinte días
para que acabe el verano, el sol ya no lo abrasa todo, ya no tocan siestas de 2
horas
¡NO!, ¡NO!
y ¡NO!, ¡NO ES NORMAL!!!!!!!!!!!! ¿O
SÍ?
A medianoche
aparecen niñas que rozan la mayoría de
edad con las famosas bolsas verdes del
botellón .
A la 1 de la mañana
tengo que retirarme a casa en busca de ropa de abrigo (la tiritera no me deja
encender ni un cigarro, y la cerveza no apetece ni regalada), pero vuelvo, y
aguanto hasta el final, aun sin tener que amortizar una entrada que ha sido
gratuita. Lástima que el espectáculo no
ha cubierto mis expectativas, y los “Tributos” a los Rolling Stones y a
AC/DC han sido un fiasco. Solo se salva
el de Fito por Fitoscopia.
Acabo de cruzar la
frontera a Portugal, y lo primero es cambiar la hora, 1 menos, como en
Canarias.
Ahora a las 8 de la
tarde, en Elvas, ya es de noche. Más cambios,
ni que fuese un camaleón. Acabaré
trastornado, más todavía. Ésto, creedme, es más duro de lo que parece.
Pero no seré yo el
que se queje, aunque lo parezca, pues es todo un privilegio poder viajar por
ESPAÑA. En este nuevo bolo la
misión es Lisboa, atravesando para ello Extremadura y el centro de Portugal, en
un circuito circular que exige dos meses aproximadamente.
Comienzo por
tierras toledanas, TALAVERA DE
LA REINA ofrece sus cerámicas y su circuito
internacional de motocross a orillas del Tajo. Es sábado, la selección de
futbol se la “juega” en la tele, hay bares,………
Entro en
Extremadura visitando a su patrona en el Monasterio
de Guadalupe, donde intento limpiar mis pecados y mi resaca con un par de
cañas, acompañadas ambas de la típica
morcilla de Guadalupe. Demasiada
morcilla, demasiado sol y demasiada gente celebrando el Año Jubilar.
Prefiero la
tranquilidad que ofrecen por estos lares los diversos pantanos que heredamos de
Paquito, que aquí ofrecen un tuneado tal, que se puede disfrutar de auténticas
playas. Tal es el caso del embalse de
Orellana (en la foto), y también
en el embalse de Alange.
Tras recobrar la
compostura, visito MÉRIDA y todo su
arte rescatado de un esplendoroso pasado. Aprovecho que todas las entradas son
gratis. Se celebra el Día de Extremadura,
es 8 septiembre.
Tanto pasado se
conecta con el espectacular
presente a través del eterno y extenso
Guadiana:
Puente Lusitania, de Santiago Calatrava
Museo
Nacional de Arte Romano, de Rafael Moneo.
Tras una de cal,
otra de arena. Demasiados monumientos y tantisma kultura, exigen algo de relax
y esparcimiento. Lo encuentro de nuevo en las playas del embalse romano de Proserpina, a 5 km de Mérida.
Siguiendo el río
Guadiana llego hasta BADAJOZ, con
sus puentes, su alcazaba, y sus iglesias, que se intercalan con un sinfín de
bares y tascas. El sábado acaba como no, en el bar, disfrutando del At.
Madrid-Barça. Me voy pa casita dando palmas, con la euforia descontrolada por
el triunfo y el alcohol.
¡
hasta aquí llega la fama de nuestras mujeres !
Última parada antes
de cruzar la frontera, OLIVENZA. Pequeña pero magnífica, con sus murallas y
fortificaciones, y donde las iglesias muestran la influencia portuguesa de los
azulejos, tras años de pertenencia al reino portugués.
Donde menos te los
esperas puede aparecer una fuente mágica o un Museo de Papercraft, ¿lo cualo?
A 16 de septiembre,
sufro la lluvia y el viento de la
ciclogénesis encerrado en casa, lo que
me permite disfrutar del tiempo y la tranquilidad para colgar esta humilde
crónica.
Besos y abrazos.