Después de atravesar Noruega de
sur a norte, ahora le toca a Finlandia en sentido inverso. El cambio
de país no solo supone el cambio horario, de moneda y de idioma,
sino también un cambio radical en el paisaje.
Si Noruega presentaba una
agreste, abrupta y salvaje fisonomía de profundos valles con
paredes verticales , afiladas montañas, fiordos, nieves perpetuas
y campos de hielo, cascadas, etc, la oferta natural de Finlandia es
totalmente diferente.
Este país es básicamente
naturaleza en estado puro. Un 70% de su territorio está cubierto por
bosques, y otro 10% por lagos (188.000). Así que se puede decir que
Finlandia es una mezcla de lagos y bosques en un terreno
prácticamente plano, donde la cota máxima está junto a la frontera
noruega, con 1328 m.
Una mezcla que puede resultar
algo monótona cuando circulas por las rectas carreteras siempre
flanqueadas por bosques, pero que no deja de ser hermosa. Será por
ello que el 9% del país está protegido bajo la forma de Parque
Nacional (35).
Obviamente existe una gran
diferencia entre el virgen y salvaje norte y un sur más civilizado y
transformado.
Esta vez la travesía no ha sido
en solitario, sino junto a Sofia. Diferente y maravillosa, la
convivencia continua 24 horas al día, 7 días a la semana, durante
35 días, puede llevar a recordar puntualmente mejores momentos en
solitario. Simples pensamientos pasajeros que pierden su sentido en
5 minutos.
Tras dejar Cabo Norte como el
mito conquistado, nos dirigimos rumbo sur atravesando Laponia.
Ahora, ciertamente mejorado de
salud, y con una geografía más agradecida, las excursiones van a
multiplicarse.
Nada más cruzar la frontera
encontramos la Reserva Natural de Kevo. Pero como ya venía
siendo habitual, el mal tiempo nos tuvo atascados dos días en el
aparcamiento, esperando la ventana oportuna para recorrer parte de
los 40 km de la Garganta de Kevojoki. Fue misión imposible y nos
tuvimos que conformar con un pequeño sendero de orientación de 3
kms. Lo recorrimos en dos ocasiones aprovechando el hueco entre
tormenta y tormenta.
3 kms que en el primer recorrido se convirtieron en un paseo de 3 horas. El descubrimiento de lo que ha sido una constante durante todo el viaje, tanto en la montaña, en el campo o en la ciudad, nos entretuvo un poco.
Miles y miles de setas de todos
los tamaños, formas y colores sembraban el suelo del bosque. Una
extraña locura nos poseyó, corriendo de un lugar a otro,
señalándolas con el dedo y mostrándonoslas el uno al otro. Aquí
una gigantesca seta de más de un palmo de diámetro, allá una
agrupación de varias decenas. La locura fue completa, pues por
momentos creíamos estar en un mundo de cuento, lleno de hadas,
elfos y pitufos
Siguiendo ruta paramos en Inari,
junto al gran lago del mismo nombre, con sus 3000 islas. Es la
capital de Laponia, con Parlamento propio para los lapones o sami.
Pero la ciudad, como en la mayoría del país, poco atractivo
ofrecía. Amplias calles y pequeños edificios de construcción
sencilla, servicios básicos en el centro
y supermercados a la entrada o
la salida.
Estaba claro que la mejor oferta
turística del lugar estaba en plena naturaleza, como el Parque
Nacional Urho Kekkonen, donde su mayor altura, 718 m, privada de
vegetación debido a la altura y a su extrema latitud, ofrece la
posibilidad de apreciar el infinito bosque.
La meteorología había mejorado
lo suficiente como para atrevernos con nuestra primera excursión,
aunque pertrechados con equipo completo de lluvia. Esta fiel
compañera de viaje fue apareciendo intermitentemente durante todo el
trayecto, aunque pudimos esquivarla con gran suerte gracias a las
innumerables cabañas y refugios repartidos por todo el parque.
En nuestra siguiente parada, el
Parque Nacional Pyhä-Luosto, pudimos comprobar que estas
instalaciones se iban a convertir en una constante en cualquier zona
con senderos o caminos señalizados, llegando a ofrecer servicios y
comodidades impensables e inesperadas. Retretes, campamentos de fuego
con barbacoa leña y hacha, refugios diurnos con cocina, cabañas
para pernoctar.
Pero aunque el sol nos
sorprendía por momentos y nos regalaba su caliente aliento, la
constante era así
Para cambiar de aires y de
paisajes nos dirigimos a Rovaniemi, una ciudad con cara y
ojos, aunque de factura ya conocida: amplias avenidas, bloques de
viviendas, áreas comerciales y un centro peatonal que no ofrece
ningún rastro histórico, solo una escultura en honor al grupo
Lordi, ganador de Eurovisión en 2006.
La nota cultural la ofrecen las
obras del arquitecto Alvar Aalto y el Museo Arktikum sobre Laponia y
el Ártico, donde vimos nuestro único alce.
Y la parte lúdica la
encontramos a pocos kilómetros, en la Aldea de Santa Claus. Un
complejo turístico y comercial con tiendas, souvenirs, renos, un
pequeño museo temático y un Santa de barba falsa que cobra 25 €
por foto. Los más pobres y tacaños nos conformamos con uno de
Lego
Uno de los reclamos principales
de la Aldea es su gran oficina postal, donde grandes y pequeños
pueden hacer realidad la ilusión de toda una vida
y otro es fotografiarse con la
imaginaria línea del Círculo Polar Ártico, pintada en el suelo
para tal fin
La euforia del momento reclamaba
una celebración acorde, y lo hicimos con buen jamón serrano
español, quesos varios, “caviar” noruego y vino francés. La
fiesta fue notable, y se prolongó tanto que acabó con la botella de
cognac.
Habiendo saludado a Santa,
visitado su casa y con las cartas en el buzón, solo nos quedaba
reposar la fiesta del día anterior. Para ello elegimos un área de
descanso de carretera a la que ya habíamos echado el ojo
previamente. Situada a orillas de un lago, aparcados junto a una
pequeña playa y con barbacoa y todos sus complementos al lado, solo
se escuchaba a Sofía pedir a gritos - ¡barbacoa, barbacoa! -.
Así que de nuevo hubo fiesta,
esta vez de salchichas de reno y chorizo, acompañado con patatas
asadas.
Para quemar tanto exceso de
colesterol, grasa y alcohol, nada mejor que una buena caminata. Y que
mejor sitio que el Parque Nacional Oulanka, en el extremo
sureste de Laponia, junto a la frontera rusa.
Es uno de los parques más
importantes del país, con una de las rutas a pie más famosas,
Karhunkierros ó
El Anillo del Oso, de 80
km en línea.
Nosotros nos conformamos con un
pequeño tramo, aunque nos tuvo 8 horas caminando atravesando
turberas,
disfrutando de lagos y de
silenciosos bosques, donde la presencia humana y el canto de los
pájaros era prácticamente inexistente.
Eso sí, refugios, campamentos
de fuego y setas, nos acompañaron durante toda la dura jornada.
Varios día estuvimos
recorriendo este magnífico parque. En otra zona un río se
precipitaba por unos espectaculares rápidos, que aunque parezca
imposible, quedan totalmente cubiertos de nieve en invierno.
No menos espectacular fue el
hallazgo a pocos minutos a pie del aparcamiento, de un nuevísmo
campamento de fuego, totalmente equipado, y que hizo renacer en
nosotros el deseo,
el deseo de otra barbacoa, con
más salchichas, esta vez ahumadas. Siempre salchichas, pero son lo
más recurrente para tener en la nevera, además de existir una
infinita, variada y barata oferta en el supermercado.
Pero nuestro menú ha sido
variado, destacando con la llegada de Sofía, el descubrimiento del
auténtico salmón ahumado, totalmente diferente del que se ofrece en
España, que en verdad no está ahumado. Y también de la caballa
marinada, que casi llegamos a aborrecer “de tanto usarla”.
Aunque vayas donde vayas,
siempre encontraras el auténtico sabor español, o al menos su
imagen
Esta fue la sorpresa de Oulu,
ubicada en lo más profundo del Mar Báltico, y cuyo centro se
asienta sobre varias islas unidas por puentes. Aquí volvimos a ver
el mar y la playa, pero el baño se resistió de nuevo.
El trayecto Oulanka – Oulu,
casi en horizontal, cruzando el país de este a oeste, marcó el fín
del virgen y salvaje norte, pues comenzamos a ver los primeros campos
cultivados y las primeras granjas.
A partir de aquí comienzan las
“grandes” ciudades, cuya mayor distinción es que todas disponen
en el centro urbano de Kauppatori ó Plaza del Mercado, donde se
instala a diario un mercadillo de comida fresca o cocinada, y donde
se ubica también el Kaupahilli ó Mercado Cubierto, que aunque
vistoso suele ser más caro que el supermercado. Y no hay término
medio, pues colmados y tiendas de comestibles son inexistentes.
Tras la fugaz visita al mar,
volvimos a adentrarnos en el corazón del país, que por estar más
civilizado no deja de mostrar interminables bosques, siempre
salpicados por miles de retorcidos lagos.
Y llegamos a Kuopio, en
la Región de los Lagos. Una ciudad aceptable, con ambiente, bares
de copas, buena oferta cultural y deportiva, y donde encontramos
una espléndida Kauppatori en plena efervescencia festiva, con una
Feria Gastronómica y escenario incluido. Y a pesar del salmón y la
caballa, un buen cerdo asado consigue adeptos en cualquier lado.
Después de cenar salimos a dar
una vuelta por la Feria, pero sorprendentemente estaba todo cerrado,
muerto.
La Torre de comunicaciones de la
ciudad, en la Colina Puijo, tiene unas tremendas vistas a 360º, que
permite hacerse una idea de la magnitud de lagos e islas interiores
que configuran la mayoría de la geografía país.
La colina sirve para
senderismo en verano y el sky en invierno, incluido un estadio de
salto de trampolines. Kuopio también nos ha permitido disfrutar de
una auténtica sauna tradicional de humo ó sauna seca.
La Sauna Jatkankamppa es una de
las mayores del mundo, con capacidad para 60 personas, y con su
correspondiente lago para los baños de agua fría. La particularidad
es que es mixta, y así pudimos disfrutarla juntos durante toda una
tarde.
Y con el cuerpo limpio y
depurado, y el ánimo renovado, seguimos rumbo sur haciendo un
pequeño alto en el camino en Savonlinna para visitar el
fotogénico Castillo de Olavinlinna. Construido en una pequeña isla,
anualmente se celebra en su interior un importante festival de ópera.
La siguiente parada fue en
Lappeenranta, la capital de Carelia del Sur. La región fue
dividida tras la 2ª Guerra Mundial, y ahora la parte norte pertenece
a Rusia.
Es una ciudad de veraneo a
orillas del lago Saimaa, y está a 1 hora de S. Petersburgo, por lo
que es un destino muy popular entre los rusos.
Las casi 14 mil islas y los 4400
km2 del mayor lago del país, vuelven a ser otro claro ejemplo de la
complejidad de geográfica del lugar.
Y aquí si. Aprovechando un
aparcamiento inmejorable frente a una pequeña playa y un soleado
día, desplegamos todo nuestro arsenal veraniego, y por fin conseguí
disfrutar del ansiado baño.
Mantuvimos el chiringuito
montado hasta ver una impagable puesta de sol mientras cenábamos al
aire libre
La fiesta se alargó hasta bien
entrada la noche, y el cielo nos regaló varias estrellas fugaces y
un satélite.
Y finalmente llegamos a la gran
capital, Helsinki. Sorprendente ciudad, agradable y tranquila,
que puede presentar dos caras bien distintas
La Fortaleza de Suomenlinna, en
primer plano, forma parte del catálogo del Patrimonio de la
Humanidad, aunque su extensión es tan grande (6 islas y 800
habitantes) que la imagen de fortaleza queda muy diluida.
Una ciudad que mezcla la
imponente arquitectura del s.XIX levantada durante el dominio ruso,
con una amplia muestra modernista de principios del s.XX, época en
la que el país consigue su independencia (1917).
Y donde casi todo está en
obras: el Parlamento, la Catedral luterana, el Museo Nacional, el
Estadio Olímpico
La oferta cultural es
inabarcable. Pero algunas expresiones artísticas llegan al
frikismo, a la excentricidad o a la simple alucinación del autor,
como suele pasar con el arte contemporáneo, donde todo vale
La Opera, el Auditorio, el Music
Center, teatros y museos están ubicados en una larga y céntrica
avenida y sus proximidades. Son modernos edificios cuyo principal
elemento constructivo es el cristal, para aprovechar así los
escasos rayos de sol. Rayos de sol que también saben utilizar para
el esparcimiento
Y con este magnífico broche
final, llegó el momento de las despedidas y la temporal separación.
Sofía debe volver a Madrid, y yo continuar ruta para cerrar el
círculo nórdico.
En nuestro último día juntos
madrugamos para aprovechar las últimas horas en la ciudad con un
matutino paseo por sus calles y parques. También aproveché para
gestionar una colada de emergencia en la única lavandería que he
encontrado entre Noruega y Finlandia. Reorganizar armarios y maletero
fue lo siguiente, mientras ella ultimaba la maleta.
El almuerzo y un revolcón de
despedida fue lo último antes de poner rumbo al aeropuerto.
Tras la facturación, la tarde
fue algo extraña. De nuevo solo después de tantos días y la
cabeza que no deja de dar vueltas. La mejor solución.... volver a
la normalidad.
Un pueblo nuevo que visitar, un
paseo, unas fotos y para casa. Un par de cervezas y un buen montón
de cacahuetes son el mejor acompañamiento para un par de películas
que me sirven de desconexión.
Al día siguiente vuelta al
tajo.
Lahti me mostró el valor
que se le da a los saltos de trampolín de invierno, posiblemente el
deporte nacional junto con el hockey sobre hielo. Imponentes e
impecables instalaciones, practicables incluso en verano.
En Hämeenlinna pasé
varios días bien entretenido. Un gran castillo medieval de rojos
ladrillos es el adorno perfecto para uno de los lagos que rodea la
ciudad.
Se completa la postal con el
Parque Nacional Urbano Aulanko, donde encontré un magnífico
aparcamiento con barbacoa, zona de baño y un sinfín de caminos y
senderos para pasear o correr. El parque se extiende por una colina
coronada por una gran torre de granito que ofrece unas vistas
impagables.
La guinda de la visita fue un
fin de semana de carreras en el circuito de velocidad de la misma
población. Fueron muy entretenidas y variadas, donde los más
divertidos fueron estos prototipos retro
Ahora solo queda visitar Turku,
punto y final a la aventura finlandesa, donde un ferry me llevará
hasta Estocolmo, Suecia, atravesando el Mar Báltico en una travesía
de 10 horas.
PD: Y para el club de
los autos locos, he aquí una muestra del poder del tunning y la
imaginación
frente
al poderío del dinero.
Dedicado
a Sofía, la mejor compañera, la mejor compañía