Antes de adentrarme en el profundo Portugal del Alentejo,
pasé unos días perdido por playas salvajes, volviendo a alucinar con la
naturaleza mágica de las mareas. Si a éstas les acompaña un buen viento, el
juego de las olas convierte el espectáculo en supremo. Y si lo puedes ver desde
dentro de casa, bien apoltronado, con un vinito, un poquito de queso… ya no se
puede pedir más,… ¿o sí?
Ahora, escuchando el repicar de la lluvia en el techo y con
un panorama gris que confunde el agua del embalse con el del encapotado cielo,
que más parece Escocia que la prima de Extremadura, intento hacer memoria y resumen de estos días
pasados. Y los recuerdos están ahí, algo apelotonados por la distancia temporal y
por la relativa velocidad de este recorrido. Pero con un poquito de esfuerzo y
concentración creo que podré recuperarlos.
Primero dejarme hacer un pequeño resumen de estos días y de
esta tierra, donde tienen un obsesión por adoquinarlo todo. Si las iglesias
están alicatadas hasta el techo, los pueblos y ciudades están adoquinados
hasta en el carril bici. Todo, y todo significa todo, tiene adoquines.
Calles, aceras, pasos de cebra y parquines, presentan estas piedras, ya sean
antiguas y con solera o de nueva factura y diseño. Pero sea cual sea su origen siguen dando mucho por culo a la hora de
andar, correr o montar en bici.
Otra característica definitoria de estas tierras llega a la hora de comer. Tan acostumbrados
que estamos en casa con nuestros menús, aquí te vuelves loco para encontrar
alguno. Su oferta es el “plato del día”, que pueden adornar con una sopita y un
postre, pero al final o te quedas con hambre o palmas pasta.
Y para finalizar, la hora.
Siempre una hora menos, como en Canarias. Así que la luz solar provoca
en el individuo, o sea, yo mismo, un
descontrol tal, que no sabe donde está.
Hay mañanas que pienso que estoy en Francia y otras que estoy en
L´Hospitalet. Y es que a las 7 am ya ha
salido el sol, y a las 20 horas ya es de noche. Y si escuchas la radio
española, la confusión siempre flota en el ambiente. Ejemplo es el noticiario
del mediodía, que llega a la hora del
vermuth, o el futbol de la champions que
empieza a la hora de la merienda. Así no se puede vivir.
Pero que esto no se lea como quejas, sino como la simple
constatación una realidad diferente a la
que estamos acostumbrados a vivir. Y
ahora vamos a disfrutar de los recuerdos
y de los retratos.
Tras bordear el cabo de S. Vicente, y poner rumbo norte, la
costa se asalvaja más a cada paso, y así, sin andar mucho llego a Carrapateira.
Un pequeñito pueblo, flanqueado por playas a ambos lados. Amplios arenales
rodeados por verdes colinas, acantilados y un oleaje perfecto para el surf.
Tras dejar la costa, una buena internada hacia el interior
me deja en Beja. Ya estamos
en el Alentejo, la región más grande y más pobre de Portugal, pero puede que la
más bella. Una gran llanura de campos,
verdes o dorados según la época, y plagada de castillos y
fortalezas, herencia de tiempos pasados de conquistas y reconquistas.
Y llegamos a Évora,
ciudad Patrimonio de la Humanidad y símbolo de
oferta y diversión que nunca
falla. Desde andar entre megalitos de 7000 años hasta contemplar el artístico rostro de la
muerte
pasando por templos
romanos descubiertos en el s.XIX, tras siglos de permanecer ocultos entre los
muros de la muralla que rodea toda la
ciudad
ó iglesias privadas de la nobleza, de
las alicatadas hasta el techo, y de las
pocas fotografiables
Con la llegada de la Semana
Santa, vuelvo a encontrar alguna autocaravana española, que desde Sanlucar
de Barrameda no veía. La ciudad se llena
de turistas y autocares, y yo tomo rumbo a Monsaraz,
una pequeña aldea encaramada en un cerro amurallado a los pies del embalse más
grande de Europa, Alqueva. Las vistas
infinitas de los campos y de las cienes y cienes de islas que decoran el
embalse son un espectáculo difícil de recoger en una foto.
El próximo paso es
cruzar la frontera afrontar la siguiente
tramo de la ruta: Extremadura.
Saludos, besos y abrazos a todos. Vuestra compañía siempre reconfortante es
bien recibida.
Qué felicidad tener imágenes tuyas, tan buenas como siempre, por aquí te agradecemos las palabras y el detalle de mirar por nosotros lo que por ahora no podemos. Aunque se te nota un poco mohíno... parece que tienes cuerpo de Fado, cuidao!
ResponderEliminarUn beso muy grande