Muchos kilómetros y poco tiempo desde la última conexión. Síntoma de una inexorable vuelta a casa. Atrás queda el
sentimiento de viajar por viajar, simplemente
para descubrir y vivir lugares desconocidos. Y si la sensación de libertad sin límites que
se puede sentir a este ritmo no tiene precio, no es menos reconfortante la
sensación de poder volver a una “casa” donde aguardan impacientes mis seres
queridos.
Y tras una reflexión tan “transcendental y
profunda”, aquí os dejo una pequeña muestra de lo que, repartido por Francia,
me he ido encontrando en este fin de ciclo.
Tras mi última conexión, me interné en el Valle
del Loira, catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Aquí
el que manda es el Loira, pedazo de río alrededor del cual giran
multitud de viñedos, bodegas y vinos ricos ricos. Y los viñedos se extienden alrededor de
pueblos y ciudades donde siempre se puede encontrar una fortaleza, un castillo
o un palacio, que adoptan formatos y disposiciones muy variadas.
Tal es el caso de Saumur
de Chinon
de Usse,
donde se inspiró el autor del cuento
de “La Bella durmiente del Bosque”
de Azzay-le-Rideau
Tras un regalo visual como éste, y después de
probar el producto de más de una bodega, era momento de un poquito de asfalto y
aglomeración. Un par de pueblos grandes donde rodearme de gentes y sonidos
varios. Donde atender a semáforos y pelear con el tráfico, donde observar a la gente casi más que a los monumentos.
Poitiers fue uno de
estos lugares, donde el comienzo de
colegios y universidades plagaba las calles de una chiquillería llena de
energía y alegría, que se desbordó en la tarde-noche que pasé allí. Calles y
bares llenos, y el murmullo de numerosas
fiestas escapándose por las ventanas de
las viviendas.
De Poitiers a Perigueux, dominada por
una excelente Catedral y un fabuloso mercado callejero donde la oferta
mayoritaria son los productos derivados del pato y la oca: foie,
foie-gras,.....
Tras esta buena dosis de ciudadanía, un cambio
de civilización estaba más que justificado. Este cambio los encontré en la Cueva
de Lascaux. Es la versión francesa
de Altamira, y al igual que ésta, solo se puede visitar una réplica a tamaño
natural de las salas que contienen pinturas prehistóricas de bisontes,
caballos, ciervos y cabras. Como las fotos están prohibidas en el interior,
deberéis darle rienda suelta a la imaginación o ponerla en la lista de futuros
viajes. La zona ofrece una infinita y variada
oferta turística capaz de satisfacer las expectativas del más exigente.
Sarlat-la-Caneda, incluida
en esta zona del Perigord, es considerada
la capital de foie. Tiendas y más tiendas ofrecen lo mejor de lo mejor,
ya que todos son “productores”, todos son “venta directa”, todos son muy
bonitos y muy ricos. Y aunque también son caros, siempre se encuentra una
excusa para rascarse el bolsillo.
Y todo este despliegue gastronómico se enmarca
en una ciudad de cuento, tanto de día como de noche, con una gran oferta turística y de restauración.
Y una vez alimentado el cuerpo, hay que
alimentar el espíritu. Y que mejor lugar que éste
Rocamadour:
santuario y lugar de peregrinaje desde hace más de 800 años, es lugar destacado
en el Camino de Santiago francés, también declarado Patrimonio de la Humanidad.
En este punto de la travesía, el tiempo jugaba en contra y mis visitas fueron tan
escuetas como lo van a ser sus explicaciones:
Cahors: situada en un auténtico meandro, presume de un puente medieval
fortificado del s. XIV.
Lourdes: Si el Santuario es lo más destacado,
un complemento importante es la iglesia subterránea de 200 m de longitud
y capacidad para 20.000 personas, y también el Chateau-Fort y el Pic du Jer con
su tren-cremallera y su mirador.
Para llegar a España me quedaba atravesar los
Pirineos, y elegí parte del recorrido del Tour de Francia, como el Col de
Soulor
y el Col de Aubisque
Pic du
Midi d´Ossau:
punto final, principio y fin. Un
lugar idóneo para el broche final de mi travesía, dando un paseíto por el
monte, para ir digiriendo de a poco todo
lo pasado y preparándome para lo futuro.
Este pico ya llamó mi atención hace seis meses,
en mi primera parada en Pau.
Su silueta era tan apetecible, que decidí que
habría que asomarse para conocerla más de cerca
Tras la excursión y fallido ataque al Pic por
mal tiempo y dificultad del ascenso, el
regreso a España era más que inminente, ya que la frontera del Port del
Portalet (Huesca) estaba a 1 km.
A partir de aquí quedaba clausurado el viaje a”
la Francia”, aunque a mí que quedaban
unos kilómetros hasta Zaragoza, lugar de parada inexcusable, para acabar en
Madrid, punto final.
Para los más aficionados a los datos, esta
pequeña aventura se salda con 6.500 kms, a los que hay que sumar otros 1.400
kms en bici, y tres pares de zapatos machacados hasta su desintegración.
Y ya solo me cabe expresar mi mayor y más sincero agradecimiento a todos
aquellos que en la medida de sus posibilidades han participado en este blog con
sus comentarios, haciéndome compañía
kilómetro tras kilómetro y arrancándome una sonrisa cada vez que veía que el
contador de los comentarios había aumentado.
Muchas gracias a todos.
Para el concurso de fotos apunta, la 27, la 48 y la 3457 y suerte amigo !!!!
ResponderEliminarLo siento, esas fotos están descatalogadas y tu estas desfasado, desubicado y muy muy simpatico
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