Austria
se ha convertido en un país de contrastes meteorológicos, donde los días de
frío (8ºC) y calor (35ºC) se van sucediendo alternativamente, obligándome a
dormir con el pijama de verano una noche, con el de invierno la siguiente o sin pijama la tercera. La lluvia
también ha querido participar en este despliegue climático, manteniéndose ininterrumpidamente
durante 3 días, y dando paso a otros 3 de sol abrasador. Una locura de
semana que podría acabar desquiciando a cualquiera y arruinando unas
vacaciones.
La
reentrada al país fue siguiendo el largo, ancho y caluroso valle del río Inn
(afluente del Salzach, que a su vez alimenta al Danubio). Un poblado valle,
donde los pueblos se suceden uno tras otro casi sin margen de separación. Y
todos tienen algo que mostrar.
Wattens: pueblo donde se ubica la fábrica de cristales Swarosvski, que en 1995 inauguró un complejo multiespacios orientado al turista (museo, exposiciones, ocio, restauración). En el año 2015 las deslumbrantes instalaciones Kristallwelten Swarovski (“Los Mundos del Cristal”) se ampliaron hasta las 7,5 hectáreas, pero también ampliaron el precio de acceso: 19€.
Söll:
espectacular decoración barroca en la iglesia parroquial de S. Pedro y S.
Pablo.
Rattemberg:
junto al río Inn, conserva un bello centro histórico medieval de casas pintadas
en variados tonos pastel.
La
llegada de agosto no sólo vino acompañada del infernal calor del Valle del
Inn, sino que también trajo la desgracia a este viajero. El ordenador, tras una
involuntaria desconexión eléctrica, se apagó para no volver a encenderse nunca
más durante el resto del viaje. Ha habido que esperar hasta finalizar el viaje para intentar reparar infructuosamente el aparato. Finalmente hubo que
sustituir el disco duro, . . . pero eso es otra historia.
Fue
una pérdida inestimable, pues era una herramienta indispensable en mi modus operandi. Imprescindible para
procesar las fotos y mantener al día el blog, y muy útil para el
entretenimiento doméstico: cine, podcast,
skipe, etc. Pero a pesar de los problemas y lamentos, el
viaje debía continuar.
El
cumpleaños de Sofía, quien desafortunadamente tuvo que quedarse este año en
casa, lo tuvimos que celebrar a través de una larguísima conversación telefónica, hecho
que no impidió que la fiesta fuese de las gordas. Todo ocurría en Hall in Tirol, pueblo que conserva otro centro histórico
medieval rico en monumentos y arte, y a
tan sólo 10 kms de Innsbruck.
Al
día siguiente me acerqué en bici hasta el centro de Innsbruck, a fin para
quemar la resaca y ubicar una futura zona de aparcamiento, ya que en Austria
comienzan a ponerle bastantes trabas al asunto.
Buscando
y buscando finalmente encontré un lugar perfecto, gratis (sólo durante el fin de
semana) y en el centro de la ciudad, aunque en el intento perdí la noción del
tiempo y la hora de la comida.
De
regreso a casa, con la misión cumplida y recuperado pero famélico, preparé una
copiosa merienda para reponer fuerzas. A las 20h., con la barriga bien llena y sin “nada más que ver y/o hacer”, me fui a la cama.
- ¡ El proceso de adaptación a la ausencia del ordenador va a ser largo y duro ! -.
- ¡ El proceso de adaptación a la ausencia del ordenador va a ser largo y duro ! -.
La
incapacidad de ir trabajando en directo con el blog me está obligando a
sustituir dicha labor por un diario en papel y boli, que posteriormente
transformaré en nuevas entradas en diferido o falso directo.
-Sábado, 5 de agosto:
Tras
11 horas durmiendo, amanezco renovado y
fresco para el asalto a Innsbruck.
Tiempo límite: lunes 09.00h., momento en el que el parquímetro comienza su
jornada laboral.
Aprovecho
el soleado día yendo de un lado para otro, aunque otra vez
desatendiendo las necesidades de mi estómago.
Recorro
la Herzog-Friedrich Strasse, la calle
más famosa y típica, con bellos edificios de época, el ayuntamiento con su
torre y el famoso Neuer Hof / Goldenes Dachl (Tejadillo Dorado), que fue palco de
honor en la boda del emperador Maximiliano I (1494).
Visito
la Hofkirche, la iglesia de la corte que alberga la tumba-cenotafio del emperador Maximiliano I, considerado el
monumento “más importante” de Austria, aunque finalmente no fue enterrado aquí. La
obra fue diseñada por el propio emperador, quien quiso rodearse de héroes y
antepasados, algunos más solicitados que otros.
Pero
a primera hora de la tarde mi cuerpo dijo basta, negándose a dar un paso más.
No me queda otra que regalarme un merecido descanso en un sombreado biergarten, con una fresquita y
alimenticia cerveza alemana de trigo.
Recuperado
el aliento y las fuerzas, encaro la última visita del día, el Tirol Panorama. Ubicado
en una colina junto a los famosos trampolines de salto de invierno, se trata de
una nueva instalación que ofrece buenas vistas de la ciudad y acoge una
original pintura circular y panorámica (360º, 1000m2) del año 1896 y un interesante museo.
Descendiendo camino de casa, aún me queda curiosidad para visitar la Basílica Wilten, cuyo interior es una obra maestra del rococó tirolés.
Y tras
un merecido descanso y habiendo repuesto fuerzas adecuadamente, aún volví a la
carga durante el turno de noche. En casa no tenía nada que hacer, y la ciudad
me ofrecía una ambientada e iluminada versión nocturna.
Menos mal que el sábado le di un buen repaso a la
ciudad, pues el domingo amaneció triste y gris,
dándome
cuartel solamente para un corto paseo antes de romper a llover. Refugiado en un
museo, al salir de éste la lluvia había arreciado, por lo que puse fin a la
visita y rumbo a casa. Allí tuve tiempo durante toda la tarde de lamerme mis
heridas y aliviarlas con alcohol.
-Lunes, 7 de agosto:
Perezoso
y sin ánimo, arranco el día lentamente remoloneando en la cama. Finalmente consigo
salir de la cueva y, aún sin ganas, afronto un día de zafarrancho doméstico:
limpiar, fregar, cambio general de ropa, pelado, afeitado y ducha. Un servicio
completo que me ocupa toda la mañana. Ahora, tanto vehículo como conductor, nos encontramos listos y limpios para afrontar
otro buen tramo de la ruta.
Creo
que de esta 2ª parte de Austria no me quedarán tan buenos recuerdos como de la
1ª, aunque dicen éstos siempre dependen del estado de los ojos con los que se mira y
de la cabeza que los analiza. Pues mi
vista no es la de un lince, ya hace 40 años que llevo gafas, y el procesador mental
digamos que no lo tengo muy centrado. Se ha instalado en su interior el vago
sentimiento de estar en proceso de “regreso a casa”, a pesar de que todavía quedan
2 meses para ejecutar el proyecto completo. Parece que la rotura del ordenador esta siendo una circunstancia agravante de primer
orden.
En
fin, puesto que más que viajar, vivo viajando, debo asumir que la vida tiene buenos
ratos, ratos malos y algunos peores. Todos hay que torearlos, pero si el corazón
pide regresar, la cabeza debe obedecer, … ¿o es al revés?.
Decida
o que decida, nadie podrá quitarme lo “bailao”, y eso es lo que recordaré cada
noche tumbado en la cama antes de soñar.
“Si
tienes la cabeza llena de miedos, no te queda espacio para sueños”
“Villaviciosa
de en Medio”, película.
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